martes, 11 de agosto de 2015

Nunca es tarde para ser eso que te apasiona.


Charles tras una vida llena de excesos, amargura y letras enredadas entre su maraña existencial, era el indicado para decir ''Las letras no son para cualquiera''.

Un poeta que pone en claro que nunca es tarde para hacer lo que uno realmente desea y que siempre se está a tiempo para liberarse de las ataduras sociales y la rutina. Un poeta que nos demuestra que a veces esos que llamamos ''golpes de realidad'' que nos empujan a elegir caminos desligados a la pasión, no son radicales o certeros. 

Muchos años estuvo sometido a la miseria y a la desdicha de un trabajo que lo absorbía de a pocos, hasta que, cuando tenía 49 años a la puerta de su vida llena de vacuidad y desolación, tocó la oportunidad de ser por fin, completamente él, el escritor que cuando sobraba tiempo era a medias, a escondiditas y para sí, pero que ésta vez y para siempre, sería para la eternidad.







Aquí, está la carta de agradecimiento que realiza Charles Bukowski a la persona que le dió la mano para poder ser el poeta maldito:


“12 de agosto, 1986

Hola John:
Gracias por la carta. En ocasiones no duele recordar de dónde venimos. Tú conoces los lugares de donde yo vengo. Incluso las personas que tratan de escribir de ello, o hacer películas, no lo entienden. Le llaman “De 9 a 5″. Nunca es de 9 a 5, no existe un descanso para comer, y de hecho, en algunos lugares no debes comer si quieres mantener tu trabajo. Luego existen las horas extras, las cuales nunca se registran correctamente en los libros, y si te quejas de eso, encontrarán a otro idiota que te reemplazará.
Tú conoces mi viejo dicho: “La esclavitud nunca fue abolida, sólo se extendió para incluir a todas las razas”.
Lo que duele es la pérdida de humanidad en aquellos que pelean por mantener trabajos que no quieren, pero que temen ante una alternativa peor. La gente simplemente se vacía. Son cuerpos con mentes obedientes y temerosas. El color se les va de los ojos. Su voz se hace fea. Y el cuerpo. El cabello. Las uñas. Los zapatos. Todo.

Cuando era joven no creía que existieran personas que dieran su vida por esas condiciones. Ahora que soy viejo, sigo sin creerlo. ¿Por qué lo hacen? ¿Sexo? ¿La televisión? ¿Un automóvil en pagos mensuales? ¿O los hijos? Hijos que sólo harán lo mismo que ellos hacen.
Antes, cuando era muy joven y saltaba de trabajo en trabajo, era lo suficientemente ingenuo como para decirles a mis compañeros: “Oye, el jefe puede venir en cualquier momento y corrernos, así de simple, ¿no te das cuenta?”
Sólo me miraban. Yo les decía cosas que ellos no querían dejar entrar en sus mentes.
Ahora, en la industria, hay muchos despidos. Los despidos se cuentan por cientos de miles y sus rostros siempre son de sorpresa:
“Estuve aquí por 35 años…”
“No es justo”
“No sé qué hacer…”
A los esclavos nunca se les paga tanto como para que se liberen, sino apenas lo necesario para que sobrevivan y vuelvan al trabajo. Yo lo veía, ¿por qué ellos no? Me di cuenta de que la banca del parque era igual de buena, que ser cantinero era igual de bueno. ¿Por qué no estar primero aquí antes de que me pusieran allá? ¿Por qué esperar?
Escribí con asco en contra de todo. Fue un gran alivio sacar de mi sistema toda esa mierda. Y ahora estoy aquí, como un “escritor profesional”, y después de los primeros 50 años, he descubierto que hay otros disgustos más allá del sistema.
Recuerdo una vez, cuando trabaja como empacador en una compañía de artículos de iluminación, que un compañero dijo de pronto: ¡Nunca seré libre”
Uno de los jefes caminaba por ahí, su nombre era Morrie, y soltó una gran carcajada, disfrutaba el hecho de que el tipo estuviera atrapado de por vida.
Así que la suerte de salir finalmente de esos lugares, sin importar cuánto tiempo me tomó, me ha dado una especie de felicidad, la felicidad del milagro. Escribo ahora con una mente vieja y con un cuerpo viejo, mucho tiempo después del que la mayoría de hombres pensaría en continuar con esto, pero dado que empecé tan tarde, ME DEBO A MÍ MISMO SER PERSISTENTE. Y CUANDO LAS PALABRAS COMIENCEN A FALLAR Y TENGA QUE RECIBIR AYUDA PARA SUBIR LAS ESCALERAS Y NO PUEDA DISTINGUIR UN AZULEJO DE UNA GRAPA, TODAVÍA SENTIRÉ QUE ALGO DENTRO DE MÍ RECORDARÁ, SIN IMPORTAR QUÉ TAN LEJOS ME HAYA IDO, CÓMO LLEGUÉ EN MEDIO DEL ASESINATO, LA CONFUSIÓN Y LA PENA, HACIA, AL MENOS, UNA MUERTE GENEROSA.
NO HABER DESPERDICIADO POR COMPLETO MI VIDA, PARECE SER UN LOGRO, AL MENOS PARA MÍ.

Tu muchacho

Hank”. 

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