domingo, 9 de agosto de 2015

Analogía nicotínica

Los días pasan grises y espesos...aniquilan y se marchan desentendidos...
En este lecho,yace una agonizante que se esconde entre el humo de los cigarrillos. Le es fácil hundirse,perderse y llenarse la existencia de la dichosa náusea (como Roquentin). Le es fácil arrastrar los huesos y cargar con el peso de las vísceras y los fantasmas.
La niebla golpea la cara de quien solo espera con ansia la muerte, la bendita muerte que la llevará de un punto ciego a otro.
Fuma día y noche,mientras observa el vaivén de los transeúntes por la ventana,se jacta de vidas ajenas y se burla de la rutina a la que ella también está sujeta.
El humo,rara vez va a sus pulmones,ella prefiere botarlo y verlo disiparse. El cigarro le gusta y lo analiza: ese pequeño cuerpo de blanco celestial,cargado de veneno y amargura,se asemeja taaanto al transcurrir de la vida.
¿Por qué?
Pues bien...
Sostiene el cigarro con los dedos medio e índice de su mano derecha, lo ve consumirse y entre las cenizas ve caer los recuerdos, los instantes. -Es analógicamente coherente- Te dejas consumir y sencillamente desapareces,te conviertes en vestigios,cenizas que se van con el viento,cenizas que se barren indiscriminadamente.
La manera perfecta de deconstruirse es ponerse en la posición de un cuerpo nicotínico económico que se enciende desde la cabeza y sin mayor esfuerzo se desvanece.


-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO

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