lunes, 30 de marzo de 2020

Reflexión para cualquier día de Marzo de 2020.



Me he puesto a pensar mientras me ataca la migraña, en esas cosas que llegan cuando es mejor evadirlo todo y, he encontrado lo que siempre, mientras la vista se me nubla y me siento impotente. 
Nadie está tranquilo, vivimos en una estación de nostalgia, de pánico e incertidumbre. ¿Pero me pregunto si realmente no es esto lo que a diario debería sentirse sin necesidad de una Pandemia?, ¿acaso no somos azotados día tras día por un sinnúmero de desgracias?.  Tal vez, mas nada hay más incómodo que ser forzado a abrir los ojos -y aquí me remito a una escena de la Naranja Mecánica-, nada hay más frustrante que hallarse en cuatro paredes, sin más suelo que el que se pisa, y sin embargo, perduran los rencores, el tedio, la desidia, y simplemente trasladamos nuestros cuerpos al sofá mientras habitamos un mundo mucho más grande y menos cálido, que aunque nos acerca, nos vuelve más dispensables los abrazos, cosa que es gravísima en una raza que necesita más afabilidad que nunca antes.

En tiempos como éstos el verdadero virus no es la enfermedad infecciosa, sino la humanidad en su punto crítico, que no visualiza los daños, que no siente sino que inhibe, que no quiere pero mata, que no escucha ni oye, que no canta, ni corre, ni vuela, ni fantasea, ni siquiera se queda en casa. 

Un poco de miedo, hace falta y no, porque ni siquiera el mismo punto de inflexión nos lleva a barruntar y ni siquiera la sangre que corre, las manos que ayudan, la ansiedad que nos desborda, nos hace vibrar. Ni siquiera cruzar las fronteras basta en este tiempo sin relojes. 

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Olvidamos los días de infancia, en los cuales jugábamos al escondite o a construir castillos con las sábanas de la cama, olvidamos los cuentos, las historias, la vida que estaba más allá de lo banal y hoy que tenemos todo o nada, ninguna de las dos cosas basta para estar en paz. Y nada es suficiente, nada es menos tortuoso cuando la quietud corroe los rincones. 


Este instante, no nos sacude y seguimos esperando que la puerta se abra y vuelvan a marchar las manecillas del reloj para retomar la vida mezquina que nos traslada de un punto a otro por cualquier inercia. 


Toda la serie "Demoliciones" de Fernell Franco cobra sentido.
Vuelvo a la migraña, tiemblo de rabia y la desesperanza que siempre me acompaña, incrementa segundo tras segundo.




-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO