sábado, 2 de enero de 2021

Resignificar

Cada vez que escribía me preguntaba si realmente era yo quien lo hacía o si una fuerza extraña proveniente del dolor me usase como pretexto inmóvil. Entre las decepciones hallaba mi abrigo y me dejaba ir mientras más sangrara mi corazón, creyendo que la única musa disponible para mis huellas escriturales era la desolación. Así, anduve a tientas, haciendo de mí un recurso de la resignación, escribiendo desde la fractura que simbolizaba y pretendiendo que no había más que mostrar que ese cúmulo de desesperanza. 

En contraposición a lo anterior, en medio del fatídico 2020, una luz titiló fuerte en el mismo ritmo en que se lee "Tu más profunda piel" y entonces mis ojos se abrieron y pude percibir la cromática que me había sido negada. 

Yo que siempre vi en el dolor una fuente de inspiración comprendí que la caricia era también un impulso y que la ternura era más necesaria que la objetividad que se supone trae la adultez. Me importa poco lo que digan los manuales de las buenas formas, yo lloro cuando me place y me siento más sensible sin tener cargas hormonales extras, ¡No me avergüenza!, porque en esta construcción robótica de mí misma, he decidido abrir agujeros, poner tierra y sembrar plantitas para ver romperse la coraza y sonreírle a la flor que se asoma tímida como un niño saludando por primera vez. 

Entonces esta aparición de más altura que la que dicta su cédula, con grandes pestañas y alma noble, vino a enseñar que podía llorar de felicidad, sentir explotar de amor y tararear cualquier canción o cantar en la ducha fuerte y sin pena -eso sí, en español-. Vino a susurrar poemas, a poner fuerza en la historia y los relatos, a hablar de política sonriendo como quien guarda en sus manos la respuesta para la ilegitimidad de lo establecido, como quien dibuja el paisaje más justo de un lienzo que ha sido teñido insistentemente de rojo tortura, como quien construye caminos donde parecía sólo haber vacíos. 

Hombre misericordioso que llegaste a dividirme las angustias y a recordarme la magia de los vuelos insospechados, haz de esta morada que es mi corazón, tu casa constante y refugia tu ser en mí, para seguir derramando cada lágrima de dicha, temblando ya no de miedo sino de emoción y escribiendo desde la esperanza y no la catarsis. Hazme una contigo en esa intimidad que nada tiene que ver con lo corporal y háblame de libreros fríos, rituales indígenas, sueños compartidos y conciencia social. 

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Hoy te escribo como siempre pero tácitamente me escribo a mí también, para demostrarme que no hay constancia en el alma y que el amor es una locura que temporal o no, abarca los intersticios más indescifrables y gélidos. 



-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO.