Juro que he visto a quienes creen que escribir es esquema,
orden, plan y cálculo. Los he escuchado auto-proclamándose escritores, usando
gafas,sentados junto a su ventana,escribiendo en su máquina, mientras fuman un
cigarro y toman té.
Los he visto diciendo que publican, que conocen, que paren,
cuando sus letras no son más que copias, trazos y fuerzas narcisistas.
Los he visto sintiéndose grandes mientras se abruman si no
sacan versos o escuchan música clásica para concentrarse.
Como si escribir no fuese una fuerza caótica que lo tira a
uno en el momento menos pensando al abismo que es la realidad o la ficción,
como si escribir no fuese algo inesperado, algo milagroso, algo espontáneo.
Como si germinar, crecer, sangrar, desmembrarse, fuera lo mismo que pavonearse.
Como si se pudiese cuantificar la sensación de entregarse a una hojita en
blanco o a una servilleta manchada de café. Como si escribir no fuera dibujar
caricias sobre el cuerpo amado en vez de escribir sobre él mientras duerme,
usando la puta barata que es la idea de la musa desnuda, que se posa frente a
sus ojos para "inspirar" -Como si sólo de eso se tratase-. Como si no
fuesen más que remedos sin gracia, títeres sin titiritero y escritores de letra
sin alma. Como si escribir fuera plasmar solamente, como si no fuese llorar,
vomitar, correr, gemir.
Juro que los he visto, he visto a ese club miserable de
intelectuales de momento, risa fingida, sexo sin amor, camisa sin macha y vida
vacía
-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO