sábado, 26 de diciembre de 2015

Soy mi propio libro

SOY MI PROPIO LIBRO: LA MEJOR Y LA PEOR DE MIS OBRAS.


Me escribo y corrijo un millón de veces. Cambio,la historia cambia y el final lo ocupan unos puntos suspensivos que develan desconocimiento. No me apresuro,escribo a plazos,a veces,incluso me escriben.
Soy un libro extraño que no posee orden lógico o cronológico,porque por instantes se olvida de precisiones y opta por olores,colores o sentimientos. Llevo casi dos décadas escribiendo y no sé si voy en la introducción o me acerco al final; eso me resulta incalculable.
Por momentos,soy de amor desbordante que no cuenta con descripciones detalladas de ello,porque siempre es difícil de explicar y el amor cuando se siente no da tiempo a explicaciones. No provoca escribir sino amar hasta que llega el caos de la ausencia y entonces sí,el libro da una imagen agobiante al lector,similar a las tinieblas,a un cuarto sin salidas, oscuro,cargado de tensión.


Soy mi propio libro y soy del mundo,del aire,de cualquier pluma; pues no soy yo quien escribe ficciones a partir de mi falta de cordura; es la vida,son las personas y los sucesos que me marcan y con su mano suave o hiriente,plasman sus letras alargando o acortando el camino.
No siempre se dibujan trazos sintácticos con tinta, muchas veces se usan sangre, lágrimas,vino,colillas de cigarro,,notas sueltas de algún jazz o un tango, la pluma imaginaria de los fantasmas.


Cuando quiero creerme más lista que el tiempo,me adelanto y escribo dos páginas ilusorias que al querer releerlas,se han esfumado. Yo no me encargo de premoniciones pero de mí depende que lo que está escrito,lo que escribo y lo que se escribirá,contenga fielmente lo que soy.


El libro tiene el nombre y el diseño que quiera ponerle,quien lo lea. Para mí,su cubierta es un hermoso mandala que dibujo con precisión y pinto con colores vivos y bonitos;para usted puede ser lo que quiera.




SOY EL LIBRO DE MI VIDA QUE ESCRIBIMOS TODOS.






-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO.

domingo, 20 de diciembre de 2015

Una historia escalofriante pero común.


Cuando nació, sus padres lo mimaron y lo sobre-protegieron,olvidando que de las caídas y los errores, se reciben los mayores aprendizajes. Cuando creció desarrolló en su cabeza la idea insana de hacer aquello que le dijeron desde que era pequeño: ''Debes ser médico como tu padre o ingeniero como tu madre,no tienes más opciones.''. Siempre le gustó dibujar y hacía unas esculturas en barro PRECIOSAS, pero su talento lo guardaba para días tristes, lluviosos y solitarios. Estudió ingeniería y se encerró hasta los 60 en un cubículo gris que tenía una mesa sobre la cual estaban el computador,las carpetas de los proyectos archivados y una lámpara que nunca prendía porque su jefe era un tacaño empedernido. Se casó por miedo a la soledad, tuvo un par de hijos a regañadientes para que su familia no comentara y sus amigos no hicieran burla sobre su masculinidad. Su esposa murió por una enfermedad pulmonar y sus hijos formaron sus propias familias. Cuando quería acudir a sus habilidades artísticas, se topaba con que su vista ya no funcionaba igual, sus manos se cansaban y era muy torpes, su espalda dolía, su fatiga le ganaba e iba de nuevo a prepararse un té cargado de resignación. Nunca viajó (pues no tuvo tiempo), nunca fue realmente feliz, siempre se cuestionó y repetidas veces se arrepentía de no haber huido, de haberse plantado sobre la vida con carácter para hacer lo que sentía. Cuando tenía un poco de fuerza caminaba al parque más cercano, se sentaba en una banca y no soportaba demasiado tiempo el peso de sus años. Se regresaba a casa tediosamente, pues estaba cubierta de recuerdos maltrechos y una niebla frustrante.

Murió y en sus últimos momentos gimió y dijo una frase amarga: ''Me voy,aunque nunca estuve;me muero pero hace mucho he estado muerto. Supongo que no existe más infierno que este de vivir aferrado a una rutina gris. Me voy con ganas de ser polvo para esparcirme entre los rincones en donde nunca estuve por el maldito miedo. Me voy y nadie lo sabe, me voy para siempre de esta maldita tierra, plagada de escoria e injusticias. Me quito el traje corporal y dejo a mi alma por fin, tomar el vuelo. Demasiado tarde,pero me voy.''




-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO.

sábado, 19 de diciembre de 2015

Todas las cartas de amor son ridículas



Todas las cartas de amor son ridículas.
No serían cartas de amor si no fuesen
ridículas.


También escribí en mi tiempo cartas de amor,
como las demás, ridículas.


Las cartas de amor, si hay amor,
tienen que ser ridículas.


Pero, al fin y al cabo,
sólo las criaturas que nunca escribieron cartas de amor,sí que son
ridículos.


Quién me diera el tiempo en que escribía
sin darme cuenta, cartas de amor ridículas.

La verdad es que hoy mis recuerdos
de esas cartas de amor
sí que son
ridículos.


...


-FERNANDO PESSOA.

jueves, 17 de diciembre de 2015

Las babas del diablo


Nunca se sabrá cómo hay que contar esto, si en primera persona o en segunda, usando la tercera del plural o inventando continuamente formas que no servirán de nada. Si se pudiera decir: yo vieron subir la luna, o: nos me duele el fondo de los ojos, y sobre todo así: tú la mujer rubia eran las nubes que siguen corriendo delante de mis tus sus nuestros vuestros sus rostros. Qué diablos.
 Puestos a contar, si se pudiera ir a beber un bock por ahí y que la máquina siguiera sola (porque escribo a máquina), sería la perfección. Y no es un modo de decir. La perfección, sí, porque aquí el agujero que hay que contar es también una máquina (de otra especie, una Cóntax 1.1.2) y a lo mejor puede ser que una máquina sepa más de otra máquina que yo, tú, ella —la mujer rubia— y las nubes. Pero de tonto sólo tengo la suerte, y sé que si me voy, esta Rémington se quedará petrificada sobre la mesa con ese aire de doblemente quietas que tienen las cosas movibles cuando no se mueven. Entonces tengo que escribir. Uno de todos nosotros tiene que escribir, si es que esto va a ser contado. Mejor que sea yo que estoy muerto, que estoy menos comprometido que el resto; yo que no veo más que las nubes y puedo pensar sin distraerme, escribir sin distraerme (ahí pasa otra, con un borde gris) y acordarme sin distraerme, yo que estoy muerto (y vivo, no se trata de engañar a nadie, ya se verá cuando llegue el momento, porque de alguna manera tengo que arrancar y he empezado por esta punta, la de atrás, la del comienzo, que al fin y al cabo es la mejor de las puntas cuando se quiere contar algo).
De repente me pregunto por qué tengo que contar esto, pero si uno empezara a preguntarse por qué hace todo lo que hace, si uno se preguntara solamente por qué acepta una invitación a cenar (ahora pasa una paloma, y me parece que un gorrión) o por qué cuando alguien nos ha contado un buen cuento, en seguida empieza como una cosquilla en el estómago y no se está tranquilo hasta entrar en la oficina de al lado y contar a su vez el cuento; recién entonces uno está bien, está contento y puede volverse a su trabajo. Que yo sepa nadie ha explicado esto, de manera que lo mejor es dejarse de pudores y contar, porque al fin y al cabo nadie se avergüenza de respirar o de ponerse los zapatos; son cosas que se hacen, y cuando pasa algo raro, cuando dentro del zapato encontramos una araña o al respirar se siente como un vidrio roto, entonces hay que contar lo que pasa, contarlo a los muchachos de la oficina o al médico. Ay, doctor, cada vez que respiro... Siempre contarlo, siempre quitarse esa cosquilla molesta del estómago.
 Y ya que vamos a contarlo pongamos un poco de orden, bajemos por la escalera de esta casa hasta el domingo 7 de noviembre, justo un mes atrás. Uno baja cinco pisos y ya está en el domingo, con un sol insospechado para noviembre en París, con muchísimas ganas de andar por ahí, de ver cosas, de sacar fotos (porque éramos fotógrafos, soy fotógrafo). Ya sé que lo más difícil va a ser encontrar la manera de contarlo, y no tengo miedo de repetirme. Va a ser difícil porque nadie sabe bien quién es el que verdaderamente está contando, si soy yo o eso que ha ocurrido, o lo que estoy viendo (nubes, y a veces una paloma) o si sencillamente cuento una verdad que es solamente mi verdad, y entonces no es la verdad salvo para mi estómago, para estas ganas de salir corriendo y acabar de alguna manera con esto, sea lo que fuere.
Vamos a contarlo despacio, ya se irá viendo qué ocurre a medida que lo escribo. Si me sustituyen, si ya no sé qué decir, si se acaban las nubes y empieza alguna otra cosa (porque no puede ser que esto sea estar viendo continuamente nubes que pasan, y a veces una paloma), si algo de todo eso... Y después del «si», ¿qué voy a poner, cómo voy a clausurar correctamente la oración? Pero si empiezo a hacer preguntas no contaré nada; mejor contar, quizá contar sea como una respuesta, por lo menos para alguno que lo lea.
Roberto Michel, franco-chileno, traductor y fotógrafo aficionado a sus horas, salió del número 11 de la rue Monsieur-le-Prince el domingo siete de noviembre del año en curso (ahora pasan dos más pequeñas, con los bordes plateados). Llevaba tres semanas trabajando en la versión al francés del tratado sobre recusaciones y recursos de José Norberto Allende, profesor en la Universidad de Santiago. Es raro que haya viento en París, y mucho menos un viento que en las esquinas se arremolinaba y subía castigando las viejas persianas de madera tras de las cuales sorprendidas señoras comentaban de diversas maneras la inestabilidad del tiempo en estos últimos años. Pero el sol estaba también ahí, cabalgando el viento y amigo de los gatos, por lo cual nada me impediría dar una vuelta por los muelles del Sena y sacar unas fotos de la Conserjería y la Sainte-Chapelle. Eran apenas las diez, y calculé que hacia las once tendría buena luz, la mejor posible en otoño; para perder tiempo derivé hasta la isla Saint-Louis y me puse a andar por el Quai d'Anjou, miré un rato el hotel de Lauzun, me recité unos fragmentos de Apollinaire que siempre me vienen a la cabeza cuando paso delante del hotel de Lauzun (y eso que debería acordarme de otro poeta, pero Michel es un porfiado), y cuando de golpe cesó el viento y el sol se puso por lo menos dos veces más grande (quiero decir más tibio pero en realidad es lo mismo), me senté en el parapeto y me sentí terriblemente feliz en la mañana del domingo.
Entre las muchas maneras de combatir la nada, una de las mejores es sacar fotografías, actividad que debería enseñarse tempranamente a los niños pues exige disciplina, educación estética, buen ojo y dedos seguros. No se trata de estar acechando la mentira como cualquier repórter, y atrapar la estúpida silueta del personajón que sale del número 10 de Downing Street, pero de todas maneras cuando se anda con la cámara hay como el deber de estar atento, de no perder ese brusco y delicioso rebote de un rayo de sol en una vieja piedra, o la carrera trenzas al aire de una chiquilla que vuelve con un pan o una botella de leche. Michel sabía que el fotógrafo opera siempre como una permutación de su manera personal de ver el mundo por otra que la cámara le impone insidiosa (ahora pasa una gran nube casi negra), pero no desconfiaba, sabedor de que le bastaba salir sin la Contax para recuperar el tono distraído, la visión sin encuadre, la luz sin diafragma ni 1/250. Ahora mismo (qué palabra, ahora, qué estúpida mentira) podía quedarme sentado en el pretil sobre el río, mirando pasar las pinazas negras y rojas, sin que se me ocurriera pensar fotográficamente las escenas, nada más que dejándome ir en el dejarse ir de las cosas, corriendo inmóvil con el tiempo. Y ya no soplaba viento.
Después seguí por el Quai de Bourbon hasta llegar a la punta de la isla, donde la íntima placita (íntima por pequeña y no por recatada, pues da todo el pecho al río y al cielo) me gusta y me regusta. No había más que una pareja y, claro, palomas; quizá alguna de las que ahora pasan por lo que estoy viendo. De un salto me instalé en el parapeto y me dejé envolver y atar por el sol, dándole la cara, las orejas, las dos manos (guardé los guantes en el bolsillo). No tenía ganas de sacar fotos, y encendí un cigarrillo por hacer algo; creo que en el momento en que acercaba el fósforo al tabaco vi por primera vez al muchachito.
Lo que había tomado por una pareja se parecía mucho más a un chico con su madre, aunque al mismo tiempo me daba cuenta de que no era un chico con su madre, de que era una pareja en el sentido que damos siempre a las parejas cuando las vemos apoyadas en los parapetos o abrazadas en los bancos de las plazas. Como no tenía nada que hacer me sobraba tiempo para preguntarme por qué el muchachito estaba tan nervioso, tan como un potrillo o una liebre, metiendo las manos en los bolsillos, sacando en seguida una y después la otra, pasándose los dedos por el pelo, cambiando de postura, y sobre todo por qué tenía miedo, pues eso se lo adivinaba en cada gesto, un miedo sofocado por la vergüenza, un impulso de echarse atrás que se advertía como si su cuerpo estuviera al borde de la huida, conteniéndose en un último y lastimoso decoro.
Tan claro era todo eso, ahí a cinco metros—y estábamos solos contra el parapeto, en la punta de la isla— que al principio el miedo del chico no me dejó ver bien a la mujer rubia. Ahora, pensándolo, la veo mucho mejor en ese primer momento en que le leí la cara (de golpe había girado como una veleta de cobre, y los ojos, los ojos estaban ahí), cuando comprendí vagamente lo que podía estar ocurriéndole al chico y me dije que valía la pena quedarse y mirar (el viento se llevaba las palabras, los apenas murmullos). Creo que sé mirar, si es que algo sé, y que todo mirar rezuma falsedad, porque es lo que nos arroja más afuera de nosotros mismos, sin la menor garantía, en tanto que oler, o (pero Michel se bifurca fácilmente, no hay que dejarlo que declame a gusto). De todas maneras, si de antemano se prevé la probable falsedad, mirar se vuelve posible; basta quizá elegir bien entre el mirar y lo mirado, desnudar a las cosas de tanta ropa ajena. Y. claro, todo esto es más bien difícil.
Del chico recuerdo la imagen antes que el verdadero cuerpo (esto se entenderá después), mientras que ahora estoy seguro que de la mujer recuerdo mucho mejor su cuerpo que su imagen. Era delgada y esbelta, dos palabras injustas para decir lo que era, y vestía un abrigo de piel casi negro, casi largo, casi hermoso. Todo el viento de esa mañana (ahora soplaba apenas, y no hacía frío) le había pasado por el pelo rubio que recortaba su cara blanca y sombría —dos palabras injustas— y dejaba al mundo de pie y horriblemente solo delante de sus ojos negros, sus ojos que caían sobre las cosas como dos águilas, dos saltos al vacío, dos ráfagas de fango verde. No describo nada, trato más bien de entender. Y he dicho dos ráfagas de fango verde.
Seamos justos, el chico estaba bastante bien vestido y llevaba unos guantes amarillos que yo hubiera jurado que eran de su hermano mayor, estudiante de derecho o ciencias sociales; era gracioso ver los dedos de los guantes saliendo del bolsillo de la chaqueta. Largo rato no le vi la cara, apenas un perfil nada tonto —pájaro azorado, ángel de Fra Filippo, arroz con leche— y una espalda de adolescente que quiere hacer judo y que se ha peleado un par de veces por una idea o una hermana. Al filo de los catorce, quizá de los quince, se lo adivinaba vestido y alimentado por sus padres pero sin un centavo en el bolsillo, teniendo que deliberar con los camaradas antes de decidirse por un café, un coñac, un atado de cigarrillos. Andaría por las calles pensando en las condiscípulas, en lo bueno que sería ir al cine y ver la última película, o comprar novelas o corbatas o botellas de licor con etiquetas verdes y blancas. En su casa (su casa sería respetable, sería almuerzo a las doce y paisajes románticos en las paredes, con un oscuro recibimiento y un paragüero de caoba al lado de la puerta) llovería despacio el tiempo de estudiar, de ser la esperanza de mamá, de parecerse a papá, de escribir a la tía de Avignon. Por eso tanta calle, todo el río para él (pero sin un centavo) y la ciudad misteriosa de los quince años, con sus signos en las puertas, sus gatos estremecedores, el cartucho de papas fritas a treinta francos, la revista pornográfica doblada en cuatro, la soledad como un vacío en los bolsillos, los encuentros felices, el fervor por tanta cosa incomprendida pero iluminada por un amor total, por la disponibilidad parecida al viento y a las calles.
Esta biografía era la del chico y la de cualquier chico, pero a éste lo veía ahora aislado, vuelto único por la presencia de la mujer rubia que seguía hablándole. (Me cansa insistir, pero acaban de pasar dos largas nubes desflecadas. Pienso que aquella mañana no miré ni una sola vez el cielo, porque tan pronto presentí lo que pasaba con el chico y la mujer no pude más que mirarlos y esperar, mirarlos y...) Resumiendo, el chico estaba inquieto y se podía adivinar sin mucho trabajo lo que acababa de ocurrir pocos minutos antes, a lo sumo media hora. El chico había llegado hasta la punta de la isla, vio a la mujer y la encontró admirable. La mujer esperaba eso porque estaba ahí para esperar eso, o quizá el chico llegó antes y ella lo vio desde un balcón o desde un auto, y salió a su encuentro, provocando el diálogo con cualquier cosa, segura desde el comienzo de que él iba a tenerle miedo y a querer escaparse, y que naturalmente se quedaría, engallado y hosco, fingiendo la veteranía y el placer de la aventura. El resto era fácil porque estaba ocurriendo a cinco metros de mí y cualquiera hubiese podido medir las etapas del juego, la esgrima irrisoria; su mayor encanto no era su presente, sino la previsión del desenlace. El muchacho acabaría por pretextar una cita, una obligación cualquiera, y se alejaría tropezando y confundido, queriendo caminar con desenvoltura, desnudo bajo la mirada burlona que lo seguiría hasta el final. O bien se quedaría, fascinado o simplemente incapaz de tomar la iniciativa, y la mujer empezaría a acariciarle la cara, a despeinarlo, hablándole ya sin voz, y de pronto lo tomaría del brazo para llevárselo, a menos que él, con una desazón que quizá empezara a teñir el deseo, el riesgo de la aventura, se animase a pasarle el brazo por la cintura y a besarla. Todo esto podía ocurrir, pero aún no ocurría, y perversamente Michel esperaba, sentado en el pretil, aprontando casi sin darse cuenta la cámara para sacar una foto pintoresca en un rincón de la isla con una pareja nada común hablando y mirándose.
Curioso que la escena (la nada, casi: dos que están ahí, desigualmente jóvenes) tuviera como un aura inquietante. Pensé que eso lo ponía yo, y que mi foto, si la sacaba, restituiría las cosas a su tonta verdad. Me hubiera gustado saber qué pensaba el hombre del sombrero gris sentado al volante del auto detenido en el muelle que lleva a la pasarela, y que leía el diario o dormía. Acababa de descubrirlo, porque la gente dentro de un auto detenido casi desaparece, se pierde en esa mísera jaula privada de la belleza que le dan el movimiento y el peligro. Y sin embargo el auto había estado ahí todo el tiempo, formando parte (o deformando esa parte) de la isla. Un auto: como decir un farol de alumbrado, un banco de plaza. Nunca el viento, la luz del sol, esas materias siempre nuevas para la piel y los ojos, y también el chico y la mujer, únicos, puestos ahí para alterar la isla, para mostrármela de otra manera. En fin, bien podía suceder que también el hombre del diario estuviera atento a lo que pasaba y sintiera como yo ese regusto maligno de toda expectativa. Ahora la mujer había girado suavemente hasta poner al muchachito entre ella y el parapeto, los veía casi de perfil y él era más alto, pero no mucho más alto, y sin embargo ella lo sobraba, parecía como cernida sobre él (su risa, de repente, un látigo de plumas), aplastándolo con sólo estar ahí, sonreír, pasear una mano por el aire. ¿Por qué esperar más? Con un diafragma dieciséis, con un encuadre donde no entrara el horrible auto negro, pero sí ese árbol, necesario para quebrar un espacio demasiado gris...
Levanté la cámara, fingí estudiar un enfoque que no los incluía, y me quedé al acecho, seguro de que atraparía por fin el gesto revelador, la expresión que todo lo resume, la vida que el movimiento acompasa pero que una imagen rígida destruye al seccionar el tiempo, si no elegimos la imperceptible fracción esencial. No tuve que esperar mucho. La mujer avanzaba en su tarea de maniatar suavemente al chico, de quitarle fibra a fibra sus últimos restos de libertad, en una lentísima tortura deliciosa. Imaginé los finales posibles (ahora asoma una pequeña nube espumosa, casi sola en el cielo), preví la llegada a la casa (un piso bajo probablemente, que ella saturaría de almohadones y de gatos) y sospeché el azoramiento del chico y su decisión desesperada de disimularlo y de dejarse llevar fingiendo que nada le era nuevo. Cerrando los ojos, si es que los cerré, puse en orden la escena, los besos burlones, la mujer rechazando con dulzura las manos que pretenderían desnudarla como en las novelas, en una cama que tendría un edredón lila, y obligándolo en cambio a dejarse quitar la ropa, verdaderamente madre e hijo bajo una luz amarilla de opalinas, y todo acabaría como siempre, quizá, pero quizá todo fuera de otro modo, y la iniciación del adolescente no pasara, no la dejaran pasar, de un largo proemio donde las torpezas, las caricias exasperantes, la carrera de las manos se resolviera quién sabe en qué, en un placer por separado y solitario, en una petulante negativa mezclada con el arte de fatigar y desconcertar tanta inocencia lastimada. Podía ser así, podía muy bien ser así; aquella mujer no buscaba un amante en el chico, y a la vez se lo adueñaba para un fin imposible de entender si no lo imaginaba como un juego cruel, deseo de desear sin satisfacción, de excitarse para algún otro, alguien que de ninguna manera podía ser ese chico.
Michel es culpable de literatura, de fabricaciones irreales. Nada le gusta más que imaginar excepciones, individuos fuera de la especie, monstruos no siempre repugnantes. Pero esa mujer invitaba a la invención, dando quizá las claves suficientes para acertar con la verdad. Antes de que se fuera, y ahora que llenaría mi recuerdo durante muchos días, porque soy propenso a la rumia, decidí no perder un momento más. Metí todo en el visor (con el árbol, el pretil, el sol de las once) y tomé la foto. A tiempo para comprender que los dos se habían dado cuenta y que me estaban mirando, el chico sorprendido y como interrogante, pero ella irritada, resueltamente hostiles su cuerpo y su cara que se sabían robados, ignominiosamente presos en una pequeña imagen química.
Lo podría contar con mucho detalle pero no vale la pena. La mujer habló de que nadie tenía derecho a tomar una foto sin permiso, y exigió que le entregara el rollo de película. Todo esto con una voz seca y clara, de buen acento de París, que iba subiendo de color y de tono a cada frase. Por mi parte se me importaba muy poco darle o no el rollo de película, pero
 cualquiera que me conozca sabe que las cosas hay que pedírmelas por las buenas. El resultado es que me limité a formular la opinión de que la fotografía no sólo no está prohibida en los lugares públicos sino que cuenta con el más decidido favor oficial y privado. Y mientras se lo decía gozaba socarronamente de cómo el chico se replegaba, se iba quedando atrás —con sólo no moverse—y de golpe (parecía casi increíble) se volvía y echaba a correr, creyendo el pobre que caminaba y en realidad huyendo a la carrera, pasando al lado del auto, perdiéndose como un hilo de la Virgen en el aire de la mañana.
Pero los hilos de la Virgen se llaman también babas del diablo, y Michel tuvo que aguantar minuciosas imprecaciones, oírse llamar entrometido e imbécil, mientras se esmeraba deliberadamente en sonreír y declinar, con simples movimientos de cabeza, tanto envío barato. Cuando empezaba a cansarme, oí golpear la portezuela de un auto. El hombre del sombrero gris estaba ahí, mirándonos. Sólo entonces comprendí que jugaba un papel en la comedia.
Empezó a caminar hacia nosotros, llevando en la mano el diario que había pretendido leer. De lo que mejor me acuerdo es de la mueca que le ladeaba la boca, le cubría la cara de arrugas, algo cambiaba de lugar y forma porque la boca le temblaba y la mueca iba de un lado a otro de los labios como una cosa independiente y viva, ajena a la voluntad. Pero todo el resto era fijo, payaso enharinado u hombre sin sangre, con la piel apagada y seca, los ojos metidos en lo hondo y los agujeros de la nariz negros y visibles, más negros que las cejas o el pelo o la corbata negra. Caminaba cautelosamente, como si el pavimento le lastimara los pies; le vi zapatos de charol, de suela tan delgada que debía acusar cada aspereza de la calle. No sé por qué me había bajado del pretil, no sé bien por qué decidí no darles la foto, negarme a esa exigencia en la que adivinaba miedo y cobardía. El payaso y la mujer se consultaban en silencio: hacíamos un perfecto triángulo insoportable, algo que tenía que romperse con un chasquido. Me les reí en la cara y eché a andar, supongo que un poco más despacio que el chico. A la altura de las primeras casas, del lado de la pasarela de hierro, me volví a mirarlos. No se movían, pero el hombre había dejado caer el diario; me pareció que la mujer, de espaldas al parapeto, paseaba las manos por la piedra, con el clásico y absurdo gesto del acosado que busca la salida.

Lo que sigue ocurrió aquí, casi ahora mismo, en una habitación de un quinto piso. Pasaron varios días antes de que Michel revelara las fotos del domingo; sus tomas de la Conserjería y de la Sainte-Chapelle eran lo que debían ser. Encontró dos o tres enfoques de prueba ya olvidados, una mala tentativa de atrapar un gato asombrosamente encaramado en el techo de un mingitorio callejero, y también la foto de la mujer rubia y el adolescente. El negativo era tan bueno que preparó una ampliación; la ampliación era tan buena que hizo otra mucho más grande, casi como un afiche. No se le ocurrió (ahora se lo pregunta y se lo pregunta) que sólo las fotos de la Conserjería merecían tanto trabajo. De toda la serie, la instantánea en la punta de la isla era la única que le interesaba; fijó la ampliación en una pared del cuarto, y el primer día estuvo un rato mirándola y acordándose, en esa operación comparativa y melancólica del recuerdo frente a la perdida realidad; recuerdo petrificado, como toda foto, donde nada faltaba, ni siquiera y sobre todo la nada, verdadera fijadora de la escena. Estaba la mujer, estaba el chico, rígido el árbol sobre sus cabezas, el cielo tan fijo como las piedras del parapeto, nubes y piedras confundidas en una sola materia inseparable (ahora pasa una con bordes afilados, corre como en una cabeza de tormenta). Los dos primeros días acepté lo que había hecho, desde la foto en sí hasta la ampliación en la pared, y no me pregunté siquiera por qué interrumpía a cada rato la traducción del tratado de José Norberto Allende para reencontrar la cara de la mujer, las manchas oscuras en el pretil. La primera sorpresa fue estúpida; nunca se me había ocurrido pensar que cuando miramos una foto de frente, los ojos repiten exactamente la posición y la visión del objetivo; son esas cosas que se dan por sentadas y que a nadie se le ocurre considerar. Desde mi silla, con la máquina de escribir por delante, miraba la foto ahí a tres metros, y entonces se me ocurrió que me había instalado exactamente en el punto de mira del objetivo. Estaba muy bien así; sin duda era la manera más perfecta de apreciar una foto, aunque la visión en diagonal pudiera tener sus encantos y aun sus descubrimientos. Cada tantos minutos, por ejemplo cuando no encontraba la manera de decir en buen francés lo que José Alberto Allende decía en tan buen español, alzaba los ojos y miraba la foto; a veces me atraía la mujer, a veces el chico, a veces el pavimento donde una hoja seca se había situado admirablemente para valorizar un sector lateral. Entonces descansaba un rato de mi trabajo, y me incluía otra vez con gusto en aquella mañana que empapaba la foto, recordaba irónicamente la imagen colérica de la mujer reclamándome la fotografía, la fuga ridícula y patética del chico, la entrada en escena del hombre de la cara blanca. En el fondo estaba satisfecho de mí mismo; mi partida no había sido demasiado brillante, pues si a los franceses les ha sido dado el don de la pronta respuesta, no veía bien por qué había optado por irme sin una acabada demostración de privilegios, prerrogativas y derechos ciudadanos. Lo importante, lo verdaderamente importante era haber ayudado al chico a escapar a tiempo (esto en caso de que mis teorías fueran exactas, lo que no estaba suficientemente probado, pero la fuga en sí parecía demostrarlo). De puro entrometido le había dado oportunidad de aprovechar al fin su miedo para algo útil; ahora estaría arrepentido, menoscabado, sintiéndose poco hombre. Mejor era eso que la compañía de una mujer capaz de mirar como lo miraban en la isla; Michel es puritano a ratos, cree que no se debe corromper por la fuerza. En el fondo, aquella foto había sido una buena acción.
No por buena acción la miraba entre párrafo y párrafo de mi trabajo. En ese momento no sabía por qué la miraba, por qué había fijado la ampliación en la pared; quizá ocurra así con todos los actos fatales, y sea esa la condición de su cumplimiento. Creo que el temblor casi furtivo de las hojas del árbol no me alarmó, que seguí una frase empezada y la terminé redonda. Las costumbres son como grandes herbarios, al fin y al cabo una ampliación de ochenta por sesenta se parece a una pantalla donde proyectan cine, donde en la punta de una isla una mujer habla con un chico y un árbol agita unas hojas secas sobre sus cabezas.
Pero las manos ya eran demasiado. Acababa de escribir: Donc, la seconde clé réside dans la nature intrinsèque des difficultés que les sociétés —y vi la mano de la mujer que empezaba a cerrarse despacio, dedo por dedo. De mí no quedó nada, una frase en francés que jamás habrá de terminarse, una máquina de escribir que cae al suelo, una silla que chirría y tiembla, una niebla. El chico había agachado la cabeza, como los boxeadores cuando no pueden más y esperan el golpe de desgracia; se había alzado el cuello del sobretodo, parecía más que nunca un prisionero, la perfecta víctima que ayuda a la catástrofe. Ahora la mujer le hablaba al oído, y la mano se abría otra vez para posarse en su mejilla, acariciarla y acariciarla, quemándola sin prisa. El chico estaba menos azorado que receloso, una o dos veces atisbó por sobre el hombro de la mujer y ella seguía hablando, explicando algo que lo hacía mirar a cada momento hacia la zona donde Michel sabía muy bien que estaba el auto con el hombre del sombrero gris, cuidadosamente descartado en la fotografía pero reflejándose en los ojos del chico y (cómo dudarlo ahora) en las palabras de la mujer, en las manos de la mujer, en la presencia vicaria de la mujer. Cuando vi venir al hombre, detenerse cerca de ellos y mirarlos, las manos en los bolsillos y un aire entre hastiado y exigente, patrón que va a silbar a su perro después de los retozos en la plaza, comprendí, si eso era comprender, lo que tenía que pasar, lo que tenía que haber pasado, lo que hubiera tenido que pasar en ese momento, entre esa gente, ahí donde yo había llegado a trastrocar un orden, inocentemente inmiscuido en eso que no había pasado pero que ahora iba a pasar, ahora se iba a cumplir. Y lo que entonces había imaginado era mucho menos horrible que la realidad, esa mujer que no estaba ahí por ella misma, no acariciaba ni proponía ni alentaba para su placer, para llevarse al ángel despeinado y jugar con su terror y su gracia deseosa. El verdadero amo esperaba, sonriendo petulante, seguro ya de la obra; no era el primero que mandaba a una mujer a la vanguardia, a traerle los prisioneros maniatados con flores. El resto sería tan simple, el auto, una casa cualquiera, las bebidas, las láminas excitantes, las lágrimas demasiado tarde, el despertar en el infierno. Y yo no podía hacer nada, esta vez no podía hacer absolutamente nada. Mi fuerza había sido una fotografía, ésa, ahí, donde se vengaban de mí mostrándome sin disimulo lo que iba a suceder. La foto había sido tomada, el tiempo había corrido; estábamos tan lejos unos de otros, la corrupción seguramente consumada, las lágrimas vertidas, y el resto conjetura y tristeza. De pronto el orden se invertía, ellos estaban vivos, moviéndose, decidían y eran decididos, iban a su futuro; y yo desde este lado, prisionero de otro tiempo, de una habitación en un quinto piso, de no saber quiénes eran esa mujer, y ese hombre y ese niño, de ser nada más que la lente de mi cámara, algo rígido, incapaz de intervención. Me tiraban a la cara la burla más horrible, la de decidir frente a mi impotencia, la de que el chico mirara otra vez al payaso enharinado y yo comprendiera que iba a aceptar, que la propuesta contenía dinero o engaño, y que no podía gritarle que huyera, o simplemente facilitarle otra vez el camino con una nueva foto, una pequeña y casi humilde intervención que desbaratara el andamiaje de baba y de perfume. Todo iba a resolverse allí mismo, en ese instante; había como un inmenso silencio que no tenía nada que ver con el silencio físico. Aquello se tendía, se armaba. Creo que grité, que grité terriblemente, y que en ese mismo segundo supe que empezaba a acercarme, diez centímetros, un paso, otro paso, el árbol giraba cadenciosamente sus ramas en primer plano, una mancha del pretil salía del cuadro, la cara de la mujer, vuelta hacia mí como sorprendida iba creciendo, y entonces giré un poco, quiero decir que la cámara giró un poco, y sin perder de vista a la mujer empezó a acercarse al hombre que me miraba con los agujeros negros que tenía en el sitio de los ojos, entre sorprendido y rabioso miraba queriendo clavarme en el aire, y en ese instante alcancé a ver como un gran pájaro fuera de foco que pasaba de un solo vuelo delante de la imagen, y me apoyé en la pared de mi cuarto y fui feliz porque el chico acababa de escaparse, lo veía corriendo, otra vez en foco, huyendo con todo el pelo al viento, aprendiendo por fin a volar sobre la isla, a llegar a la pasarela, a volverse a la ciudad. Por segunda vez se les iba, por segunda vez yo lo ayudaba a escaparse, lo devolvía a su paraíso precario. Jadeando me quedé frente a ellos; no había necesidad de avanzar más, el juego estaba jugado. De la mujer se veía apenas un hombro y algo de pelo, brutalmente cortado por el cuadro de la imagen; pero de frente estaba el hombre, entreabierta la boca donde veía temblar una lengua negra, y levantaba lentamente las manos, acercándolas al primer plano, un instante aún en perfecto foco, y después todo él un bulto que borraba la isla, el árbol, y yo cerré los ojos y no quise mirar más, y me tapé la cara y rompí a llorar como un idiota.
Ahora pasa una gran nube blanca, como todos estos días, todo este tiempo incontable. Lo que queda por decir es siempre una nube, dos nubes, o largas horas de cielo perfectamente limpio, rectángulo purísimo clavado con alfileres en la pared de mi cuarto. Fue lo que vi al abrir los ojos y secármelos con los dedos: el cielo limpio, y después una nube que entraba por la izquierda, paseaba lentamente su gracia y se perdía por la derecha. Y luego otra, y a veces en cambio todo se pone gris, todo es una enorme nube, y de pronto restallan las salpicaduras de la lluvia, largo rato se ve llover sobre la imagen, como un llanto al revés, y poco a poco el cuadro se aclara, quizá el sol, y otra vez entran las nubes, de a dos, de a tres. Y las palomas, a veces, y uno que otro gorrión.








-JULIO CORTÁZAR
(Las armas secretas, 1959)

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Carta de un viejo a su amor imposible



Querida:


Hoy es 13 de Junio y te veo salir de tu casa pulcra y bien peinada, como todos los días, tú no me ves pero ya hace parte de mi rutina levantarme a la hora exacta en que partes para verte refunfuñar mientras te arreglas las arrugas que el ojo humano no puede captar pero que tu perfeccionismo si. Me siento con sospechosa objetividad a detallar cada parte de tu ser, eres muy joven y estás tan llena de vida, yo casi llego a la centena y no puedo respirar sin ayuda artificial, nunca he podido hablarte porque no tengo el coraje suficiente, además de que no puedo moverme de esta maldita silla que desde hace 35 años me arrastra. Siempre te veo y suspiro, es como si me devolvieras un poco la fe y me vitalizaras la existencia. He de verme muy ridículo escribiéndole estas líneas a una muchacha que podría ser fácilmente la bisnieta que nunca tuve porque siempre odié a los niños, he de parecer un viejo verde que anda tras una falda y un poco de diversión, pero lo que realmente busco (e intento guardarme hasta el final de mis días porque resulta tan imposible como contar en una noche todas las estrellas) es amanecer a tu lado, verte sonreír mientras duermes, sentirte el aliento afrodisíaco o insecticida, darte un beso y comerme el mundo abrazado a ti. No quiero sexo ni siquiera tengo fuerzas para ello, no sé cómo te llamas, cuáles son tus gustos, qué color son tus ojos, qué haces por la vida pero me basta y me sobra con sentir esto que siento cuando te veo caminar 17 pasos desde tu puerta hasta donde debes tomar el bus que te llevará a tu destino que para mí es un misterio. Prefiero que las cosas sean así porque ahora aprovecho mi tiempo inventando historias que quizá se traten o no de lo que verdaderamente haces y eres, algunas, debo admitir, son descabelladas pero otras me repelen porque son demasiado formales y no deben pertenecer a ti. Prefiero callarme este amor sin fundamento que quizá se deba a mi amargura habitual, a mi ocio obligatorio que antes ocupaba contando las mismas estampillas o escribiendo descripciones sobre las cosas que escasamente podía ver entre las cuatro paredes que me acogen, porque si quieres saber, nunca antes de ti y después de mi accidente (que prefiero no contarte para no provocar lástima) había abierto la ventana; me aterraba la idea de ver caras felices, pies caminantes y saltarines, gente llena de vida y normalidad, mientras yo estaba acá pudriéndome de a pocos y asfixiándome entre la mierda (existencial) que yo mismo fabrico día tras día. Todavía recuerdo el día en que algo me impulsó a mover mi silla hacia la ventana y con toda la disposición abrí las cortinas de par en par y ahí estabas tú, siendo tan bella y tan tímida, con tu abrigo negro y un par de guantes. Ahí estabas haciéndome creer que puedo, que puedo volar, existir, pensar, amar incluso, qué absurdo; uno se enamora y pierde la poca cordura que pueda tener. Te vi e inmediatamente supe que lo poco que me podía quedar de vida, te lo regalaría a ti, quizá no sería un amor correspondido, ni siquiera confesado pero fuerte y alucinante. Te vi como se ve al cielo abrirse de par en par para regalar el azul que los días grises no permitieron ver, te vi como ve el hambriento una pieza de pan o el sediento un vaso con agua, te vi como se ven las cosas que te cambian y que aunque desconoces asumes indelebles.
Día a día despertaba sólo para verte salir, eran los 2 minutos más cortos de la vida, me hubiera gustado verte haciendo más cosas, me hubiera gustado verte a ti, aquí conmigo, pero 4 veces más tu vida, me lo impiden.

Hoy te escribo confesándote mi amor, no me conoces, nunca me has visto y nunca me verás, porque escribo agonizante, ya la flaca me lleva y no estoy dispuesto a extender esta necesidad de ti. Si lees esto quiero que sepas que te agradezco enormemente porque aún inconsciente me hiciste muy feliz, hacía planes todo el tiempo e inventaba tu vida y la mía junto a ti.

Parece que la muerte antes de llevarme me regala la fortaleza para decirte todo esto, me da mucha vergüenza pero está decidido.

Han pasado 3 años desde aquel día,hoy me voy y no tuve el placer de sentir tus labios, recibir tu mirada o percibir tu olor, pero  te amé como sólo aman los locos.


Con amor ferviente y esperando que tu vida sea maravillosa: El hombre obsoleto de la ventana empolvada y el amor escondido.  






-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO

domingo, 13 de diciembre de 2015

Liberarse,mudarse de vida.



Ella era tremendamente feliz con su compañero de vida hasta que un trágico día se lo arrebató la providencia, dejándola sola, desconsolada y un poco desquiciada   ...

Desde aquel día, todo cambió.

No voy a entrar en detalles porque la devastación es difícil de explicar, basta con que entienda, querido lector que se murió muchas veces pero algún tipo de inercia,la devolvió a la vida.
Decidió por aquello de la fortaleza maltrecha, mudarse de vida (qué absurdo, como si huyendo, se pudiera hacer borrón y cuenta nueva), mudarse de casa, quemar su ropa, las fotografías y las partituras que su amado, ahora ausente había escrito a medias. Él era un músico maravilloso, no muy reconocido pero era capaz de dejarlo todo en cada una de sus piezas, probablemente en lo último que pensó antes de morirse, haya sido en el sonido que emitía su piano cuando acariciaba cada una de sus partes. Habría que verla intentando ahogarse entre el humo de la hoguera que hizo para deshacerse de su pasado, habría que verla consumiendo un tarro entero de pastillas azules y blancas que a los pocos minutos escupía por cobardía (o por valentía,quién sabe). Quizá su estado era más que patético pero un día cualquiera, se levantó del letargo y decidió seguir, fue entonces cuando se mudó de vida, se cortó el cabello, se lo tiñó de rojo, rompió el único par de jeans que tenía y lo usó sin preocupaciones, roto como lo que había vivido. Se sentó en el piano y comenzó a escribir finales que quizá habría escrito su amado, finales que le costaron muchísimo, porque cada nota la llevaba a lo que él representaba; una de esas noches fatídicas, estaba escribiendo el final delicioso y extasiante de una pieza que sin hablar directamente de ello, era demasiado erótica, la terminó y no pudo dejar de lado las ganas que tenía de llenar la habitación de sexo, escuchando en su mente esa pieza. Llamó de inmediato a un viejo amigo que siempre estuvo enamorado de ella, él sin duda corrió tras su llamado, al llegar, la vió completamente desnuda sobre el suelo helado y obedeció cuando ella gritó casi que gimiendo: ''Quítate la ropa y ven conmigo, sólo han dejado el colchón. ¡Sorpréndeme!''. A la mañana siguiente, ella se levantó, se puso su ropa, las mismas bragas y partió sin hacer ruido, dejando sus ganas, al hombre y a lo que quedaba de su ciclo, atrás.

Se dedicó a no hacer nada, sólo caminaba en busca de notas para terminar las partituras. Cuando las terminó todas sintió que se quitaba un peso de encima, fue a la playa y las arrojó en pedazos al mar, algunas cayeron a sus pies, pero no importaba; se carcajeó y extendió los brazos mientras se tiraba bruscamente al suelo. ''Así se siente desatarse, entonces. Así se siente cerrar el ciclo de masoquismo. ¡Bienvenida sea la vida que me falta, que se abra el cielo y me traiga el bendito azul que el daltonismo selectivo y existencial,me arrebató. No seas puta providencia, date por vencida y déjame en paz!''



-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Carta para convencerme y ''dejar ir lo que ya fue''


Siempre termino escribiéndote, soñándote, siéndote y derrumbándome ante ti con la esperanza intacta de que recojas mis vestigios y los inhales, con la única finalidad de sentirme viva entre tus pulmones. Ya sé, muchacho terco, ya sé, que no me quieres, que nunca me quisiste, que solamente fui un pasatiempo de esos que acostumbras tanto y que ya hasta te pesan. Ya sé que fuiste, que fui contigo. Ya sé que sin ti tuve que recomenzar, que me perdí y no fui nunca más yo o quién sabe, quizá sea más de lo que fui contigo. Supongo que se acabaron las prohibiciones innecesarias, el caminar a tientas y el dejarme llevar por ti, siempre intento convencerme de ello, te lo juro, pero recaigo, recaigo entre melodías, entre voces que salen de mi imaginación. Te siento tan cerca, estás tan cerca pero el frío es más fuerte, nuestro orgullo es más fuerte y ya no hay vuelta atrás, ya no queda más que aprender a estar así, sintiéndote sin sentirte, anhelándote esperando que un día cualquiera, aunque pasen 100 años (recurriendo a exageraciones dignas de la miseria humana y los existencialismos) regreses la vista, suspires y entiendas que te quise como a nadie mientras me tomabas entre tus manos, aplastándome, como a todas.

Es tan difícil convencerse de que algo sucedió y ya no va más, es tan complejo creer que se puede olvidar eso que se nos tatuó en el alma. Uno no puede pretender que las huellas con tinta indeleble que dibujó alguien en nuestra piel, se pueden borrar, no se puede ser tan ridículo.

Tengo que aceptar que he llorado más de lo que he vivido, quizá por ti, quizá por mi insensatez, qué se yo, no es tiempo de reclamar o regalar culpas, sólo sé que ya no estás, que tal vez, nunca estuviste, que solamente eras un espectro memorable, una mancha en la camisa blanca que es la vida, una arruga en el alma, una cena sin vino, poesía sin trasfondo, vida sin amor, café sin libro, camino sin salida.

No comprendo el por qué, amanezco creyendo que me abrazas fuerte, que estás a mi lado, que dices las mismas palabras que me hacían sentir mejor,que me acoges, que me amas.

He visto tantas veces tu sonrisa que siempre tiene el brillo del que me enamoré, tú no perdiste nada, yo te perdí a ti. Me imagino que es sencillo tener repuestos a tu antojo de quereres insignificantes como cartas de baraja para jugar 21 y apostarle a la suerte; seguramente es sencillo despertarse sin remordimientos, sin percatarse de lo que amar significa, mucho menos sabrás lo que entregarse a alguien por completo, representa.

Han pasado un par de años y no te dignas a salir de mi cabeza, cuando quiero sentirme mejor y quitarme los pañitos de agua tibia, vuelves, me sonríes y tengo que reiniciar mis procesos inútiles.

Ahora todo es tan claro, entiendo tantas cosas que antes no quería ver. Te veo como eres pero el sentimiento no disminuye notablemente, te odio y te quiero a la vez. Intento dejarte pero un hilo imaginario me ata a ti, a tus deseos, a tu vida. Necesito cortarlo, necesito dejarte ir.

Me cuesta mucho olvidarte, arrancarte, ignorar tu existencia, parece imposible pero necesito con urgencia liberar esto que me asfixia y que me pausa la vida en momentos poco convenientes. Quiero eliminar el molde de tu esencia de mi cabeza y dejar de buscarlo inconscientemente en otros seres, no tiene caso, no quiero a nadie más como tú. Me basta con haber compartido, con haber vivido un pedacito a tu lado, es hora de dejar ir.

No sé se sea posible siquiera, ''dejar ir lo que ya fue'', pero por lo menos quiero dejarme ir a mí misma, fluir en el cosmos y esparcirme en cada parte, divagar así y finalmente volver a mí, recolectando historias y momentos sin que signifiquen heridas abiertas a la espera de infecciones vitales.

No sé si hoy, mañana o dentro de algunos años, no sé si entre canciones, poesía o risas, pero prometo llevarte sin que me duelas, sin que me talles el alma y me rasgues de a poquitos la existencia. Prometo que te guardaré con mesura, que dejarás de ser indispensable, que te veré sin sentir mis entrañas revolcarse.

Tengo que entender de una vez por todas que fuiste, que sucediste, caducaste y que aunque fui muy feliz contigo, la vida sigue, los días pasan, puedo enamorarme de nuevo de alguien completamente diferente a ti, porque no está mal, porque no importa, porque se trata de mi vida y no me place vivir sin tener historias que contar o plasmar. Puedo volar más alto, puedo cantar más fuerte, puedo gritar, correr sin zapatos, pisar la cama, despeinarme, gritar que ''quiero'' cuando hay mucha gente, leer poesía, sentir amor, empalagar o empastelar al mundo un poco, sonreír todo el tiempo.

Puedo vivir sin necesitarte.
Puedo ''dejarte ir''.


-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO.

sábado, 5 de diciembre de 2015

A ver qué pasa

La vida es un cúmulo de errores y refunfuños (entre otras cosas):

Despierto,me limpio las lagañas y hundo el dedo en mi ojo torpemente dejándome casi ciega; me desperezo y retumba mi mano en la pared; me paro y planto mis pies calientes en un piso miserablemente frío; camino tres pasos al baño, me desnudo y encuentro la misma nada en el espejo; entro a la ducha, abro la llave y me golpea un agua helada,mientras maldigo y me baño despacito; me cambio y no encuentro los zapatos, las medias están rotas o simplemente no me veo bien; voy a desayunar y se me riega el café granulado, le pongo sal en lugar de azúcar,maldigo de nuevo y me quemo la boca de paso; derramo café sobre el libro que leo y las manchas parecen hombrecitos saludando mis desgracias; salgo de casa y las palomas me cagan, llueve y los buses me mojan, la gente me empuja, me caigo estúpidamente y lo peor es que no acaba el día. 
Vuelvo a casa y está mi cama esperando ''¡A ver si la desgraciada no me trae pesadillas o se hunde tragándome mientras duermo!''. Son las 5 y tomo café de nuevo, ahora lo preparo bien y le pongo leche asumiendo que la vida puede ser positivizada y que basta con un poco de leche para evitar la oscuridad (y no hablo de racismos,hablo del café en analogía con la postura frente a la vida).

Estás jodido pero todo puede ir mejor. Quizá mañana despierte con una secuencia distinta o simplemente, quizá, mañana esas cosas me den risa y me pase el día burlándome de la torpeza humana. 

¡Vamos a ver qué pasa!



-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO

domingo, 29 de noviembre de 2015

La chica en el laberinto




Estaba sola, real, aplastante, desgastantemente sola. Por donde sea que dirigía la mirada, encontraba lo mismo, NADA, la nada espesa, la niebla enceguecedora. De vez en cuando, si cambiaba de posición terrenal, se topaba con un paisaje lúgubre, radical. Caminaba muy poco y se enredaba la mente frecuentemente, era una especie de masoquista encantada con su estado, encantada y un poco resignada; muchos años habían pasado desde que el pesimismo la tomó por sorpresa y se vio envuelta en caminos que no llevaban a ningún lugar. Laberíntica, carente de cordura, religiosamente predispuesta. Cuando se desesperaba, corría haciéndose vagas hipótesis escapistas; quizá viables, quizá neuróticas, ¿qué más da?, nada podía ser menos cuerdo que estar presa, envuelta,exhausta. Gritaba, berreaba (como se diría coloquialmente, porque sólo esa palabra podría describir el acto que hacía, llorar no era suficiente, ella se desprendía de sí misma entre lágrimas, se le salía el alma y de paso, uno que otro demonio, del cuerpo), pataleaba, sucumbía, gemía, golpeaba, se arrancaba el cabello y las vestiduras y finalmente caía desesperadamente insatisfecha al suelo, soportando el frío, agitada. El día 1354 fue complicado porque despertó al mundo y justo sobre su cabeza volvía a estar el sol, ese maldito decidió ponerse ahí, para echarle en cara que era libre y ella no, para recordarle que existía la luz y que no todo era la maldita realidad a la que estaba sujeta; maldijo y escupió para arriba, porque su poca cordura le hizo asumir que pegaría al sol, fíjese pues, cómo estaban las cosas en su mente; como era de esperarse le cayó esa acumulación de fluidos bucales en la cara y maldijo de nuevo. Pasaron muchas horas hasta que el desgraciado cuerpo celeste, se jactó de la desgracia ajena y se fue dando paso a los sucesos que hicieron del día,peculiar. La chica se recostó sobre el suelo helado y se dejó llevar, descansó un rato y se perdió entre sus sueños que eran una caja de monerías, siempre soñaba lo mismo y se despertaba en medio de todo, carcajeándose, veía casi cada noche a un mono andar en bicicleta, que la invitaba a subir y a escapar, pero no era un trayecto terrenal sino que ascendían como un transbordador; ella subía gustosa mientras el mono contaba chistes sobre la estupidez humana y refunfuñaba porque algún científico descabellado se había atrevido a decir que esta raza mediocre y nefasta provenía de sus antecesores y de una cadena evolutiva que no podía tener que ver con humanos. Ella escuchaba atenta y callaba, sólo reía, pero el sueño acababa cuando el mono quería atravesar un agujero negro y pedaleaba más rápido mientras la chica no podía sujetarse más y caía, en ese brusco ajetreo ella despertaba intrigada por saber si algún día atravesaría el agujero y despertaría en otro planeta. Mientras eso pasaba seguía su vida, y continuando con su día, tras el sueño gracioso, se le acercó un cuervo que sólo tenía intenciones de mofarse, de bailarle en la cabeza y volverla más loca; hizo sus sonidos, la atemorizó y ella corrió por todo el laberinto, mientras manoteaba inútilmente esperando ahuyentar al inmundo animal, que se divirtió hasta que le dolió la panza y decidió irse. Asustada y con el cabello vuelto un nido, caminó en busca de comida, caminó horas y encontró algunas hojas que parecían comestibles, hojas que más tarde la hicieron desvariar. Canciones de Pink Floyd se reproducían mientras imágenes mandálicas y distorsionadas se llevaban su mente por trozos y la plantaban en una realidad cósmicamente psicodélica, morada, azul, amarilla, roja, gris y verde; palpitante, exasperante y eterna momentáneamente. Jung seguramente habría dicho que en ese viaje, estaba encontrándose a sí misma, perfeccionándose, yo creo que era al contrario, estaba perdiéndose, entregándose a los sentidos. En su cabeza había un festival pero si quiere saber cómo se encontraba físicamente hablando, pues estaba saltando como Heidi, muerta de risa y sintiendo la magia. Cuando el encanto la soltó bruscamente sobre unas ramas, ella quedó inconsciente unas horas y al despertar entendió que la única salida era ella misma, el laberinto lo construyó con sus manos y sus desdenes; se dejó llevar, se dejó perder y cuando quiso huir solamente encontró una mándala laberíntica, que siempre fue su mente. A esas alturas ella se había acostumbrado y no tenía deseos de volver a toparse con la gente, así que se implantó definitivamente en el laberinto y canta, corre, ríe, escribe en alguna piedra, se burla del cuervo, se recuesta bajo el sol y lo saluda anímicamente para que la visite más a menudo. 


-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO



viernes, 27 de noviembre de 2015

Tormentosos deseos




''Tenía ganas de salirse de su vida,tal como se sale de una casa a la calle.''
-Milan Kundera.


Son casi las 4 de la madrugada y desea fervientemente ir tan lejos como se pueda llegar,quiere escapar sin salir de casa, sólo quiere irse de su cuerpo, hospedarse en un remoto lugar en donde fuese algo o alguien más que su nombre, su género,su raza, su profesión. Desea casi que iracunda una vida nueva, ser instalada en cualquier cuerpo que le contuviera el alma pero evitando los prejuicios y las inseguridades; una mariposa quizá, o tal vez una serpiente, escurridiza y temida,sagaz e imperceptible. Probablemente desee ser flor o agua que cae ignorando  su destino, hoy puede ser nube, mañana océano o la bebida de un futbolista agotado.

Quiere quitarse el cuerpo, ser polvo, animal,piedra, lo que sea, pero alguien más. Cualquiera pensaría que su afán por huir se debe a su fealdad o a la manera en que se ve en el espejo, pues si lo asumen desde una perspectiva estética y superficial, se equivocan, porque para quien la vea, es hermosa, simétrica, casi que perfecta (físicamente hablando), era la musa perfecta para un par de poetas a tirones. Lo que ella albergaba era más bien una necesidad casi que inmediata de conocer lo que ni siquiera conoce del todo, desde la otredad, desde lo ajeno. Quería explorar cada parte, estaba sencillamente exhausta de ser ella, de caminar, de guardar apariencias, de sentarse cruzando las piernas, de cubrirse la boca con la servilleta para hablar cuando comía, de tomar el té a las 4 con sus ''amigas'', ésas que pongo en comillas porque apenas eran tres cuerpos estáticos, sin más que decir que banalidades,de vez en cuando escupían algún nombre de interés literario pero lo arruinaban desgarrando los textos confundiéndolos con basura porque no fueron capaces de entenderlos, aunque a juzgar por sus comentarios, era claro que ni siquiera los habían leído, asumo que sólo escupían esos nombres para complacerla, para ver si quitaba la cara larga que traía. Estaba harta de caminar las mismas rutas o de caminar rutas distintas para luego volver a casa, a esa que parecía una cárcel custodiada por los miedos.

Tenía una angustia inmensa que le oprimía el pecho y le cerraba los ojos bruscamente, no por sueño sino para menguar un poco la visualización nefasta de lo mundano.

Los días eran eternos y poco a poco asumía su alma suicida y cortante que las transformaciones no sucedían tan sencillamente, que no por enclaustrarse iba a tener una Metamorfosis, bendito Kafka que le permitió creérselo por mucho tiempo pero maldita la providencia que arranca las ganas.

Quisiera saltar del último piso y estamparse contra el suelo,mientras en el transcurso su alma se fuga y vuela. Quisiera abrir sus muñecas y entre la sangre partir victoriosa, escurriéndose entre el suelo y las paredes, quisiera ponerse una soga al cuello y dejar caer su cuerpo, que luego de unos minutos sería como un péndulo en el techo.
Quisiera pero se detiene, sus pensamientos oscuros la atormentan y quiere irse, quiere correr, quiere de una vez por todas no tener preocupaciones, cargas ni etiquetas.

Quisiera pero siempre despierta atormentada en el preciso instante del sueño en donde es gato, flor o serpiente, agua, pájaro o piedra. Despierta,maldice y sigue la secuencia.




-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO 

El extranjero-L'étranger



Versión Traducida al español: EL EXTRANJERO 


"Dime, hombre enigmático, ¿a quién amas tú más? ¿A tu padre, a tu madre, a tu hermana, a tu hermano?                    
-Yo no tengo ni padre, ni madre, ni hermana, ni hermano.        
-¿A tus amigos?                             
-Os servís de una palabra cuyo sentido desconozco hasta hoy.               
-¿A tu patria?                  
-Ignoro bajo qué latitud está situada.                   .
-¿La belleza?                   
-De buena gana la amaría, diosa e inmortal.                     
-¿El oro?                            
-Lo odio, como vosotros odiáis a Dios.                 
¿Pues qué es lo que amas, extraordinario extranjero?               

-¡Amo las nubes..., las nubes que pasan... allá lejos...allá lejos...las maravillosas nubes!"     





Versión Original en Francés: L'ÉTRANGER



"Qui aimes-tu le mieux, homme énigmatique, dis? ton père, ta mère, ta soeur ou ton frère?
- Je n'ai ni père, ni mère, ni soeur, ni frère.
- Tes amis?
- Vous vous servez là d'une parole dont le sens m'est resté jusqu'à ce jour inconnu.
- Ta patrie?
- J'ignore sous quelle latitude elle est située.
- La beauté?
- Je l'aimerais volontiers, déesse et immortelle.
- L'or?
- Je le hais comme vous haïssez Dieu.
- Eh! qu'aimes-tu donc, extraordinaire étranger?
- J'aime les nuages... les nuages qui passent... là-bas... là-bas... les merveilleux nuages!"




-Charles Baudelaire.

       

lunes, 23 de noviembre de 2015

Me pasa


Me pasa que me acostumbro,que me pierdo, que nadie me espera, que nadie me precisa.
Me pasa que soy cobarde y que a veces me desato. Me pasa, que río, que lloro, que no tengo trastornos pero que desordeno un poco mis átomos y mis neuronas para alborotar mi alma y mi espíritu, para pensar un poco, para cuestionarme, para inexorablemente sentirme viva.
Me pasa que escucho su voz aún cuando no está, me atormenta e inmediatamente me pongo los audífonos con funk y el volumen al máximo para confundir los sonidos y no entregarme por completo a ninguno, lástima por el funk, pero realmente no me provoca enfocarme en las desgracias.

Me pasan y no me pasan tantas cosas. Se me pasan los días buscando respuestas imposibles, me faltan horas cuando se trata de amor y poesía, me sobran ganas pero el tiempo es escaso. Me resigno, me detengo.

Me pasa que me caigo y que ya no tengo fuerzas para levantarme, entonces me arrastro un poco, me voy hundiendo y me paro de nuevo. Escribo poesía, escribo y escribo de nuevo, observo, dictamino, encuentro, por eso escribo.
Me pasa que estoy sola, completamente sola y que tengo mucho que gritar, entonces canto, canto y salen de mis entrañas las melodías que siempre resumen lo que llamo mi vida que puede ser toda la que me queda, la mitad, la tercera o la cuarta parte. Puede que me muera mañana o que despierte en este mismo planeta con otro cuento en la cabeza.
Me pasa que escribo, que me escribo y que aunque nadie me lea, escribo.

Me pasan,me pasaron y me seguirán pasando las cosas más aburridas, más comunes, más inesperadas, inaceptables o increíbles,depende de la providencia, o de mí misma.

Me pasa que me canso de ser yo misma pero que persisto.

Me pasa, me pasa, me pasa la vida encima, me pasan los días,los meses, los años. Me pasan las personas, los recuerdos, los olores, los fantasmas. Me pasan muertes ajenas y la mía también, a veces. Me pasan las canciones, los bailes, la melancolía.  Me pasa el alcohol, me pasan los cigarros, me pasa el café, la soledad. Me pasan los libros, me falta leerlos, preciso muchísimo tiempo y sigo sin comprender una mediana parte de esto que desconozco y es la vida.

Me pasa que existo, eso me pasa.



-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO.

viernes, 6 de noviembre de 2015

El verdadero culto.






"La religión nunca puede reformar a la humanidad, ya que la religión es esclavitud. Es mucho mejor ser libre, abandonar los fuertes y las barricadas del miedo, permanecer erguido y enfrentar el futuro con una sonrisa. Es mucho mejor dejarse llevar por la negligencia, a la deriva con las alas y la marea, con la fuerza ciega del mundo, pensar y soñar, olvidar las cadenas y limitaciones de la vida, olvidar el propósito y objeto, pasearse por la galería de imágenes de la mente, sentir una vez más los abrazos y besos del pasado, revivir la mañana de la vida, ver de vuelta las formas y rostros de la muerte, pintar pinturas fieles a los años venideros, olvidar todos los dioses, sus promesas y amenazas, sentir dentro de nuestras venas el alegre torrente de la vida y escuchar la música marcial, el latido rítmico de un valiente corazón. Y entonces DESPERTARSE para hacer todas esas cosas útiles, para alcanzar lo ideal con el pensamiento y la acción en la mente, tener alas de ensueño que, como abejas, puede que encuentren el néctar del arte en la maleza de lo mundano, mirar con constantes y entrenados ojos en busca de los hechos, encontrar las sutiles amenazas que unen la distancia con el ahora, incrementar el conocimiento, quitar el agobio al débil, desarrollar la mente, defender lo correcto y construir un palacio para el alma. ESTA ES LA RELIGIÓN REAL, ESTÉ ES EL VERDADERO CULTO."






Roberto G. Ingersoll

jueves, 5 de noviembre de 2015

Palabras de Julio Cortázar








Cuando yo abro un libro,lo abro como puedo abrir un paquete de chocolates o entrar en el cine o llegar por primera vez a la cama de una mujer que deseo,es decir, es una sensación de esperanza,de felicidad anticipada,de que todo va a ser bello,de que todo va a ser hermoso.


Hay obras que crean en mí un estado alucinatorio,ese mismo estado que luego,en el curso de mi vida,se puede desencadenar mientras estoy viajando en el metro o hablando con alguien o tomando café o despertándome. Una especie de estado,de pasaje en que me coloco del otro lado del puente y veo las cosas de otra manera. Eso a veces,en mi caso,da un cuento o comienzo de una novela. Leo más poesía que prosa,más ensayo que ficción,más antropología que literatura pura,con un lápiz al alcance de la mano,subrayando y marcando. Creo que el novelista que sólo vive en un campo de novelas o el poeta que sólo vive en un campo de poesía, tal vez no sean grandes novelistas ni grandes poetas. Creo en la necesidad de la apertura más amplia,en el fondo,mi gran parangón,mi gran ejemplo ideal en este caso,es alguien como Leonardo Da Vinci,es decir,un Leonardo que lo mismo se interesa por la conducta de una hormiga que circula en una pared y cuyos movimientos le preocupan porque no los comprende racionalmente y que dos minutos después está en condiciones de elaborar una teoría estética basada en altas matemáticas o en nociones de perspectivas. Yo no soy Leonardo,mi plano es muchísimo más modesto,lo importante es saber guardar esa calidad intuitiva del niño,esa virginidad de la mirada,del olfato,de los sentimientos y reforzarla a lo largo de la vida con la cultura,con el paralelismo se millones de cosas que se van acumulando en la memoria,que se van entretejiendo entre ellos y que facilitan la intuición.


-JULIO FLORENCIO CORTÁZAR SCOTT

Igual que ayer


Hace mucho nos conocimos, sin notar que un lugar y los libros serían la excusa perfecta para continuar. Hoy apenas quedan vestigios y me muero de ganas por gritarte que quiero que ahora sí me quieras, que no mientas más, que nos entreguemos por completo. Necesito verte igual que ayer olerte y sentirte sin que surja el repudio y la náusea característica del tedio que me provocas por ser tú.

Hace años que no somos los mismos, que nos perdimos, que me perdí sin vos, pero aquí me tienes, allá estás vos. Todavía no me acostumbro, todavía no entiendo muchas cosas.


-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO

La noche de cabeza


Agitado se abre espacio entre el tumulto, perdido,distinto,muerto en vida. Camina varios pasos y llega al mismo punto. Cuánto tiempo tendrá que perderse para reencontrarse, para sentir que su cuerpo y su alma hacen parte del mismo conjunto y que sus impulsos nacen de algo más que inercia.
Equívocas fragancias lo rodean y bocanadas espesas de realidad lo cobijan, no es el tabaco, ni siquiera el contenido de su pipa, es más bien el aroma que agita sus recuerdos y voltea la noche de cabeza.

Siempre visto desde la ausencia, porque no le provoca quedarse, no le apetece sentir fervientemente; es más bien estacional, nómada de realidades ajenas a la suya.
Alguna vez se quedó por convicción y sin lamentaciones de momento, más tarde huyeron sin él y comprendió que las pisadas sin despedida que formaban huellas en la tierra que a pocos pasos, es desconocida, duelen más que las partidas definitivas y terrenales. Por eso no se queda, por eso se pierde, por eso se desvanece entre la gente intentando pasar desapercibido a los sentimientos, la neutralidad lo toma por completo pero siempre surge una chispa de reminiscencia que lo lleva al lugar en donde quedándose revivió de entre los muertos, le cambió el color, renació su fe y besaba los días sin pensar en futuros negros.

Siempre ha sido poco realista pero de vez en cuando se inyecta dosis insanas de contemporaneidad y se bombardea los sesos buscando explicaciones, respondiendo vagamente por sus vacíos.

A ver si entre los recuerdos no se va él definitivamente, porque eso de andar divagando lo tiene exhausto. De vez en cuando le provoca quedarse pero desiste casi de inmediato porque todavía le pesan las partidas y no puede borrar de su mente las huellas del ayer.

Huir nunca es la solución y morir creyendo que se vive no es de cuerdos, pero este ser la cordura la perdió con su primer y último amor, se le fue en sus maletas perdidas en el desierto mientras caminaba buscando esperanzas que beber. Cada gota de sudor que derramaba se llevaba consigo la esencia y la capacidad de confiar, cada paso se restaba a su presencia y se sumaba a su olvido selectivo

Cuando alguien lo ve caminar, con los ojos en Saturno, pronuncia levemente palabras de desolación que él ignora. Cuando alguien lo encuentra y ve su barba, sus labios partidos, su palidez, se aparta recordándole que de nada se pierde al no interactuar con humanos llenos de prejuicios.

Quizá algún día se encuentre, se detenga o muera de inanición o frío. Nadie lo sabe, yo no lo sé, él menos, porque aunque no tenga motivos tampoco tiene ganas de matarse, así somos los humanos: masoquistas, nos gusta exprimir cada partecita para extraer el jugo de la miseria que hay en nuestro interior.

Esta noche, esa noche, la noche, como todas está de cabeza. No hay orden, hora, sentido, ni solución.



-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO

sábado, 31 de octubre de 2015

¿Por qué...?

¿Por qué extrañas tanto a ese ser miserable que siempre buscó excusas para no ser sincero?, ¿Por qué piensas en aquel que un día se fue,dejándote como si fueras un trapo viejo?, ¿Por qué has llorado tanto?, ¿Por qué te has cohibido de ser feliz?, ¿Por qué te encierras?, ¿Por qué siempre comparas a tus parejas con él?.


¡DETENTE!,es tóxico.


¿No te das cuenta del daño que te haces?, ¿No ves que él no te quiere,que sólo fuiste una pieza más de su extensa colección?.
¿Cuándo vas a entender que no significaste nada,que nunca te quiso,que siempre mintió?.
¿Cuándo?,¿Cuándo?.


¿Cuánto tiempo más tiene que pasar para que desistas de la vaga idea de amarlo de nuevo,de sentirlo cerca una vez más y hacer que cambie por completo la perspectiva que tiene de ti?.
¿Hasta cuándo vas a ver llegar la madrugada esperando su llamada o recordando su voz?


¿Por qué insistes?, ¿Por qué te engañas?, ¿Por qué te torturas viendo sus fotos,escuchando sus canciones,releyendo sus cartas,recordando sus caricias,visitando sus lugares?.
¿Por qué te amargas?, ¿Por qué te arrancas la piel?, ¿Por qué desistes del amor?, ¿Por qué?.


Él es un cobarde que alguien más espera,que alguien más procura,que alguien más besa.


¿Por qué mejor no sigues tu camino y dejas de lado su recuerdo y con ello,el anhelo de un reencuentro interminable?.








-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO.

Octubre 31 del 2015:


Últimamente no me provoca moverme,no me provoca demostrar que estoy viva. Arrastro por cuadras mis huesos,mi alma,en medio de la lluvia y empapada,vuelvo a casa,me sacudo un poco. El día ha sido abrumador. Soplo los cabellos que me estorban en la cara,me acerco al espejo y no tengo idea de quién es la chica pálida con grandes ojeras,que me mira aterrada. Camino algunos pasos,tomo un libro sin mucha precaución como si se tratase de un par de zapatos,no tengo ganas de refundir mi nariz entre las hojas para llenarme de el,intento leerlo pero no puedo,estoy dispersa. Me resigno,tiro el libro y me estiro en el suelo,cierro los ojos y termina obteniendo una perspectiva exacta desde arriba de mí misma,como si no fuera suficiente con no encontrarme en el espejo.


No entiendo qué pasa,cada día me sorprendo menos,camino lento y cuando puedo me dejo llevar.


No me place pensar ni ver a nadie,no quiero oler otros cuerpos,mucho menos tocarlos. ¡Me siento asqueada!,suspendida. Quizá este enclaustramiento al que por compasión prefiero llamar "neutralidad",me permita comprender abstracciones. Quizá sólo sea una estupidez.


Estoy fuera de mí misma,siento el frío,veo llover pero no tiemblo,tampoco me provoca saltar en los charcos. El gris del cielo,me cobija y aunque me calma,no me abriga. Fuerte me apretan los miedos,los de siempre,mi cabeza no tiene espacio para nada más.


Cuando tengo suerte,alucino y me fundo con las manchas excéntricas de la imaginación,nado pero vuelvo al punto terrenal.


Últimamente me pongo existencial,abro los brazos,cierro los ojos,tiro mi cuerpo y allí me quedo.




-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Fragmento "Ruby Sparks"



«Esta es la historia verdadera e imposible de mi gran amor. Espero que ella no lo lea y me reproche que me he reservado numerosos detalles: su nombre, los datos sobre dónde nació y creció y las cicatrices o lunares que podrían identificarla. De cualquier modo, no puedo evitar escribir esto para ella. Quiero decirle: “Lamento cada palabra que escribí para cambiarte. Lamento muchas cosas. No te valoré cuando estabas aquí; y ahora que te has ido, te veo en todas partes”. Uno podría leer este libro y pensar que es magia… pero enamorarse es un acto de magia. Y escribir también lo es. Alguien dijo sobre El guardián entre el centeno: “El milagro poco común de la ficción ha sucedido de nuevo. Un ser humano ha sido creado a partir de tinta, papel e imaginación”. Yo no soy D. J. Salinger, pero fui testigo de un milagro poco común. Todo escritor puede atestiguar, que en su estado más afortunado y feliz, las palabras no provienen de uno, sino a través de uno. Ella vino a mí íntegramente. Yo sólo tuve la fortuna de estar aquí para recibirla».

-Ruby Sparks.

domingo, 18 de octubre de 2015

Historiecita


Déjame contarte una pequeña historia.
Una historia roja y azul,
dos cuerpos,dos almas,muchos versos y canciones que no siempre fueron de amor.


Dos personitas se encontraron en medio de los monolitos.
Ella era roja y él muy azul,
ambos iban distraídos,tarareando cualquier blues,
levantaron la mirada al mismo tiempo y se encontraron en la órbita del otro.
Fue una explosión a primera vista,
rojo y azul por todos lados,
sonrisas y un poco de temor.


"Hola,¿puedo tomar una taza de poemas contigo ésta tarde?"-dijo él y ella "No me convencen con poemas,puedes declamármelos,pero una taza no será suficiente,quizá una copa de vino,intercambio de miradas y la tarde se irá,la noche la llenaremos de magia y poesía".


Así fue,rojo y azul hicieron infinito el día que probablemente no fue sólo uno,pero por cuestiones cronópicas y literarias,el tiempo no tiene lugar.


Caminando despacito,se perdieron y nadie sabe dónde fueron a parar. Quizá nunca existieron,quizá nunca se quedaron,seguramente son invenciones mías o reproducciones distorsionadas.


Déjame rojo,azul.
Déjame carcajearme mientras digo que ahí estaba,relatando mi historia,cantando pedacitos y suspirando los sucesos.


Déjame contarte que fueron muy felices pero que no terminaron juntos.
Las historias bonitas no son como te las cuentan,porque la felicidad son instantes y el amor probablemente también.




-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO.

Aromas




Hay aromas inolvidables:flores,vino,aire fresco,árboles,perfumes.


Los más trascendentales son los que te recuerdan a alguien,los perfumes fundidos con esencia humana y un toque de sentimentalismo.




Abres los ojos,pones tu cabeza en la almohada ,desayunas y los percibes,
caminas y todo se asemeja.


Así huele la ausencia,a él,a su loción azul,a su cuello,a su pecho,a su ropa.


Te torturas porque los sentidos te obligan.
Tanto tiempo teniéndolo cerca y lo único que guardaste fue su aroma que te brota por los poros,que te arrebata los días,que se cuela entre las rendijas,que se mezcla entre tus sábanas y la cabeza.


Hay aromas inolvidables,hay aromas como el tuyo,que se quedan grabados y que cuando vuelven a sentirse traen consigo imágenes claras de un pasado bien vivido,añorado pero que ya caducó.






-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO.

No te quedes



Ahora entiendo,no debes quedarte sin tener motivos.


Un día te fuiste y me quedé observando al horizonte,sin ánimo de respuestas hirientes pero cargando con todas las preguntas,cuando supe los motivos mi mente colisionó y le di vueltas al asunto.
La conclusión que sacó es demasiado simple,tú me la enseñaste implícitamente: No te quedes si no te nace hacerlo. No te abraces a otro cuerpo si no sientes cariño.
Hoy te lo digo,te lo repito,te lo reafirmo con la mayor de las certezas y con un par de experiencias,no te aferres a una vana compañía por temor o por costumbre,huye,hazlo por ti y por nadie más.
Todos merecemos sacudones existenciales y experiencias realmente significativas.
Ya sé que yo no soy lo que buscas,pero no quiero que pienses que estoy diciéndote esto para que regreses,quiero que seas libre,que sonrías de verdad.
Me consterna el saberte inconcluso,indefenso y tan terco.


No te quedes si no te alcanzan los motivos,no te quedes por pena,tiempo o consideración. No te quedes por miedo,frío o sosiego.
No te quedes por hambre,sexo o compañía insignificante.
No te quedes por comodidad.
No te quedes si no hay sorpresas,si te aburres,si no hay nada de qué hablar.
No te quedes sin dulzura,con mieles andrajosas,sin verdad.
No te quedes si tú negro y ella igual.
No te quedes si ella hace lo que tú dices,si se acopla a tus deseos,si no tiene criterio.
NO te quedes si no piensa por su cuenta,si despierta y sólo le preocupa si hay tormenta.
No te quedes si domina o si se deja dominar.


No te quedes,no te conformes.
Escapa,no te quedes,no te quedes,por favor.








-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO.

¿Qué esperas?



¿Qué esperas,querido?.
¿Que te siga esperando,que me aferre a ti?
¿Que me controlen estos apegos?
¿Que corra suplicando las migas de tu querer?.


¿Pretendes que mis días se vayan entre lamentaciones por tu ausencia?
¿Esperas que me muera de a pocos mientras disfrutas?.


¿Quieres que grite que te necesito,que me haces falta,que ha pasado mucho tiempo y sigo pensando en ti?
Pues,es cierto,pero pasará.


¿Esperas que aguarde en la fila,detrás de tu indiferencia,a ver si algún día decides volver para hacer como si nada hubiera ocurrido?.


No esperes,no busques,no pretendas,ni supongas. Quizá hoy te extrañe y me muera de ganas por besarte y ver otros atardeceres contigo,pero pasará,pasará mi vida y conoceré gente nueva,con seguridad me enamoraré de verdad y tú,al otro lado del cuadro,estarás lamentándote,no por marcharte de mi lado,porque probablemente sea algo que ninguno lamente,pero sí,por tus decisiones,por tus ataduras,por tu confort.


No esperes,querido.


No esperes nada de mí,yo haré lo mismo contigo.






-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO.

sábado, 17 de octubre de 2015

DOSIS DE REALIDAD



David, un niño de escasos 8 años, vivía en la calle, rodeado de una heladez emocional que le calaba día a día los huesos. Desde que tenía memoria despertaba y dormía en el mismo lugar, no recuerda cómo llegó allí, no recuerda la cara de su familia y lo único que le queda es una manta manchada y vieja; cualquiera que fuese la razón que lo arrojó a las garras urbanas y a la mendicidad,  dolía en lo más profundo del alma, resultaba inevitable saberse completamente solo y sin identidad, porque era David, pero no tenía apellido, no sabía su fecha exacta de nacimiento, desconocía por completo su árbol genealógico y sólo vivía para lamentarse entre suspiros, suplicando de rodillas por migas de pan y cubriéndose las noches con papeles que el viento le enviaba en medio de la tormenta. Muchas veces había tenido que huir, temer, esconderse de la noche, de los habitantes de la calle que a diferencia de él eran grandes y no traían buenas intenciones. Pasaba casa todas sus noches en vela y los días se le iban con el estómago vacío y la piel pegada a los huesos, trabajaba muy duro desde tempranas horas de la mañana, lavaba y cuidaba autos, vendía chicles, barría calles, por monedas que a veces le arrebataban los que le permitían quedarse a su lado. Los días eran complejos, eran tristes, eran fríos en la tierra en dónde se supone que la calidez humana está por encima de cualquier dificultad.
Cuando se sentaba en cualquier esquina, veía como por encima de sus sueños pasaba la gente, agregándole calificativos absurdos y tachándolo de ladrón, cosa que lo ofendía mucho, porque ‘’puedo ser pobre pero no voy a robarle a nadie’’-decía-.
A veces se recostaba en un parque a ver las estrellas, imaginando que allá estaba la felicidad, en el firmamento, bien lejos, justo donde él no estaba, por eso se sentía tan incompleto e infeliz. ‘’¿Por qué yo?, ¿por qué no puedo ser como esos niños que van al colegio en la mañana, que comen helado con sus padres, que tienen cumpleaños, navidades y juguetes, que tienen familia, techo, comida y esperanza?, ¿Cuánto más tengo que esperar?, Soy un niño, no me considero malo, ¿esto es lo que me merezco?’’ –las lágrimas rodaban por sus mejillas y el brillo en sus ojos era escaso.
Un día mientras recorría las calles y observaba lo que desperdiciaba la gente al comer, mientras a él le gruñía el estómago, decidió pedir ayuda y dijo: ‘’Existen personas que dirigen al país y se supone que ayudan a los necesitados, nada pierdo buscando a alguien y confesando que me muero de ganas por estudiar, por comer, por tener un techo y una cama, aunque no sea muy cómoda o bonita’’, caminaba e iba preguntando por el lugar en dónde pudiese encontrar a algún político. Por fin, llegó a la casa del gobernador de la ciudad, resguardada por cuatro policías que al verlo se acercaron y despectivamente dijeron: ‘’aquí no se viene a robar, niño’’ y él, muy enojado: ‘’No vengo a robar, vengo a hablar con el gobernador’’ y los policías soltaron tremendas carcajadas y dijeron nuevamente ‘’Un mugroso como tú, jamás podría acercarse al señor gobernador, ¿qué quieres?, ¿pan?,¿dinero?, ¿ropa usada?. Ve a otro lugar, aquí no tienes nada qué hacer’’. David como cualquier persona tras sentirse humillada, agachó su cabeza y lloró, cuando estaba a punto de partir, se abrieron las enormes puertas y salió el gobernador quien miró al niño de pies a cabeza y pidió que lo alejaran de su vista ‘’no quiero que ensucies mi acera’’, fue lo único que dijo. ‘’¿Quién va a ayudarme, si ni siquiera alguien que debe servir a la comunidad lo hace?’’-dijo-. Entonces desistió de su idea y continuó sus días mendigando y trabajando por monedas, por migajas, asumiendo que los derechos no eran para todos y que no todos tenemos la misma suerte, asumiendo que no valía nada y que no merecía más que miseria e indiferencia, soportando hambre y frío, hasta que un sábado en la noche, no aguantó más, se lo llevó una hipotermia tremenda, mientras temblaba entre una cruce concurrido de personas, que lo veían agonizar pero sólo cambiaban de rumbo y regresaban la mirada.
Un sábado en la noche, murió abrazado a la tristeza y a la desesperanza, como millones de niños, jóvenes, adultos y ancianos, en Colombia y el mundo.



David y ¿cuántos más tienen que morir para que hagamos algo?



FIN (?)




-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO

DESPIERTA





Buen día, café, leche y pan
Abre los ojos, toma el lápiz, el papel y escribe
Países tercer mundistas, ven morir a niños y adultos de inanición,
El cielo es azul, vuelan los cóndores y las balas, de paso,
Mueren por síndromes, epidemias e injusticia.

Buen día, tostada, arroz y cama
Organizaciones atentas, apuntan desdichas,
cruzan los brazos, reparten sonrisas.
Un montón de occisos llevan a cuestas
Sangre, hambre, miedo, barrigas burguesas contentas.

Predica la iglesia,mensajes sin fundamento.
Salta,grita,corre, ¡DESPIERTA!

Somos tercer mundo, pobreza, hambre, guerra.




-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO

sábado, 10 de octubre de 2015

Te me ocurres




No sé,te me ocurres sábado en la noche,3 de junio,mayo indescriptible. Te me ocurres hoy,mañana y los días que vengan,te me vienes poesía,frío,anís y rock. Te me vienes sin ropa,envuelto sólo con las peores intenciones que habitan mi mente.
Te me dibujas despacito sobre la piel,me tiñes de azul cielo y vuelas en mí,aterrizas por la turbulencia cósmica y la otredad -estrellas brotan de mi ser-.


Te me vienes,te vienes,me vengo en la vida,abro los ojos,me arropa la soledad porque sos neblina ideativa.


¡Qué ganas de que te me vengas entero,que te arrastren mis deseos,que tus huesos se posen en mi espacio vital!. Qué ganas de que existas aquí y no allá donde te vuelves gris,pierdes chiste y actúas por azar.


Te me ocurres viernes a las 23 en un bar solitario,me sabes a tequila,limón,bocadillos baratos.


Te fumo,te bebo y sigues surgiendo sublime y sin miedos.




Venite poesía,canción de Led Zeppelin,venite bailando y extasíame.
Venite droga,sexo: Placer infernal.






-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO.

martes, 6 de octubre de 2015

Palabras a mí misma.


Todo el tiempo te deconstruyes, te atormentas y le escribes al viento sin esperar respuesta, hoy me parece justo que te escribas con un tono distinto, que te pares en otro extremo de la vida, suspires y comprendas consejos que inconscientemente escribes aunque te choque la psicología.

Sabes que en lo más recóndito de tu raciocinio se esconde un atisbo de esperanza, ese poco que desde allá grita despacito que el amor existe y que si no existe por lo menos debes intentar abrirle paso, dice que quieras, que sientas con vehemencia, que no te rindas y tú, sólo lo ignoras, mueves la nariz y finges que no escuchas nada. Hazle caso al grito desesperado y a los sacudones cotidianos, no te aferres pero tampoco te entregues a la soledad, aprende a caminar sin afanes, sin remordimientos, no te conformes, no intentes llenar espacios con seres ordinarios que te roban la magia siendo apenas encantos pasajeros.

No te atrevas a embadurnarte la vida de costumbre, menos si la costumbre se liga a un ser y lo confundes con amor y eso no es lo que sientes. No te acerques, no abraces, no beses a alguien sin sentir por lo menos un poquito de paz en el proceso. No te entregues por completo a la desesperanza, no finjas ningún sentimiento, no te compliques, no intentes buscarle un comienzo al círculo, o un final a la recta numérica.

Cánsate, tírate pero no renuncies.

No permitas que nadie te robe el aliento con palabras absurdas, no razones si de la nada conoces a alguien y al día siguiente te enamoras, así sucede, pasa, no intentas armar el rompecabezas de la existencia, NO SEAS RIDÍCULA.

¡Detente! Es suficiente, deja de ver en cada pareja el moldesito de tu línea divisoria.


Algún día, agradecerás el tener dos perspectivas.

Siente apasionadamente o no sientas nada y recuerda que aprendes hasta de lo más mínimo.


-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO

lunes, 5 de octubre de 2015

Le Modele Rouge



“Detesto mi pasado y el de otros. Detesto la resignación, la paciencia el heroísmo profesional y los sentimientos obligatoriamente bonitos“.
-René Magritte




Magritte, un surrealista Belga, caracterizado por poner a prueba lo impuesto, es uno de mis pintores favoritos, desde que conocí un poco de lo que hacía me enamoré por los trazos, el trasfondo y la aplicación de cada pintura en la realidad. Algunas de sus obras son desgarradoras, otras transmiten paz, de cualquier forma, son viva muestra de una desbordante imaginación.


Éste es ''El Modelo Rojo'' o ''Le Modele Rouge''
Óleo sobre lienzo. 183 x 136 cm. 



Es sin duda, una de mis obras favoritas de René, es una mezcla inigualable de colores y es una hibridación cosa que es típica de el pintor Belga. Magritte decía de ésta pintura: ''El problema de los zapatos demuestra cómo lo más primitivo pasa a aceptarse a base del hábito”.

Es una monstruosa realidad en donde se funden la piel y los zapatos de cuero, representando que asumimos la costumbre y la monotonía como única realidad y lo confundimos con vida y a penas son atisbos maltrechos.


domingo, 4 de octubre de 2015

Carta a mi ex novio



¡Ey!,ya sabes que no me gustan las formalidades así que el saludo está implícito.
Ya sé que hace mucho no te escribo y que poco me interesa saber cómo te puedas encontrar,lamento mi comportamiento pero continué mi vida y los intereses cambiaron,bien sabes que te pasó lo mismo y es completamente normal.

Estaba pensando en las cosas que pasamos juntos y en las sonrisas que nos dimos,probablemente todo pudo ser mejor pero ninguno de los dos estaba dispuesto.

Me acordé de ti,de tu mirada,de tu intelecto,de tu aroma. Recordé que te quise muchísimo y que los instantes felices ya no me cabían en el alma,también recuerdo los disgustos y los malentendidos,a veces me callaba y tú hacías lo mismo,pero es pasado y prefiero no entrar en detalles.Lastimosamente lo que más recuerdo es el instante en que nos dimos la espalda y dijimos "adiós",caminamos en rutas diferentes y nos perdimos confundiendo soledades con compañías,con tinta indeleble se me tatuaron las noches que pasé en vela recordando tus besos,tus caricias,tus gestos y lo que sentí contigo,mientras un líquido salado brotaba por mis ojos. Te recuerdo perfectamente, estás archivado en la bitácora de mi alma. Fuiste y eso es lo que importa.

Me dieron ganas de escribirte para que sepas que te pienso,que sigo escuchando nuestras canciones y que suelo ir a los lugares en donde nos quisimos tanto. Al principio fue difícil pero el tiempo se encarga de menguar el ardor de las heridas.

Deseo con todas mis fuerzas que lleves de mí,lo mejor,yo conservo sólo las cosas bonitas que representas.

Sé muy feliz y ama infinitamente,no te niegues la posibilidad de amar y de sentir con vehemencia pero recuerda que la comunicación es importante y que siempre debes decir la verdad.Gracias por enseñarme tantas cosas y por regalarme ese pedazo que fotografié para siempre en mi memoria.
Te perdono todo y espero logres perdonarme.


Entre éstas letras se escriben los recuerdos y una enorme sonrisa se dibuja en mi vida,porque estuviste tú para deformarme y teñirme de colores bonitos la amargura.




-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO.