jueves, 30 de julio de 2015

Una cien veces.



 Hay mujeres
 que son estaciones de (d)año,
 tormentas torrenciales en agosto y estufa
 en un diciembre lleno de abandonos.
 Hay mujeres
 que son pájaros sin alas en un cielo lleno
 de recuerdos,
 fieras carnívoras al acecho de las ganas
 y de esa falta de poder ante la tentación
 que solo es deseo confundido.
 Hay mujeres
 que son mariposas ensoñadas esperando a que
 cierres todas las puertas
 para acariciarte las mañanas a través
 de la ventana,
 para sacudirte la mirada en cualquier
 dirección ajena a tu espejo.
 Hay mujeres
 que son animales en celo
 galopando sobre tu pecho abatido.
 Hay mujeres
 de ojos castaños
 con alma de gata.
 Hay mujeres
 de ojos verdes
 con alma de zorra.
 Hay mujeres
 que son signos de interrogación abierta,
 tres exclamaciones siguiendo
 una huida.
 Un ladrido de madrugada.
 Hay mujeres
 que justifican el silencio.
 Hay mujeres
 que excusan la poesía.
 Hay mujeres
 que son aeropuertos alejados
 de los que solo salen aviones imaginados,
 puertos marítimos
 en los que vuelves a ser tú mismo,
 estaciones de tren
 donde se cruzan tantas contradicciones
 que encuentras paz.
 Hay mujeres
 que suenan a herida al tocarlas
 y te hacen desear la muerte antes que ellas.
 Hay mujeres
 que huelen a limpio, a cuerpo inerte,
 y te hacen desear invadirles el corazón
 y el pecho con la brutalidad de un ejército de flechas.
 Hay mujeres
 que desordenan tus huellas cuando aparecen
 y te hacen desear encontrar tu camino
 sobre su columna vertebral.
 Hay mujeres
 que no se esconden, que quieren sin escarcha en los ojos,
 que saben a sed,
 y esas,
 esas te hacen desear quererlas toda la vida.
 Hay mujeres
 que esperas siempre
 porque nunca llegan.
 Hay mujeres
 que están en todos los sitios que ocupas
 menos en tus manos.
 Hay mujeres
 que son primeras y únicas,
 que sobrevuelan el suelo que pisan los demás,
 que son azules y ocupan un lugar
 diferente al resto.
 Hay mujeres
 que crees por encima de todo
 y por encima de todo deshacen tus creencias,
 que son tiernas, dulces y ciertas,
 y con su ternura, dulzura y certeza
 parten en dos tu inocencia.
 Hay mujeres
 que abren tus ojos con un soplido de magia
 y en el siguiente truco desaparecen,
 como la suerte.
 Hay mujeres
 que te enseñan la moneda por las dos caras:
 te besan negándote,
 se marchan llamándote,
 se quedan en silencio,
 te hablan desde lejos.
 Que solo conocen la palabra derrota
 en tu boca.
 Que solo conoces la palabra victoria
 en su boca.
 Que te aman mientras te olvidan
 y olvidándolas las amas.
 Hay mujeres
 que quieres y no puedes,
 que son tanto que no son suficiente,
 que dándote lo que necesitas olvidan lo que quieres.
 Mujeres contra las que no hay razones
 que encajen
 y conviertes en huida
 para darles un sentido.
 Hay mujeres
 que son aves de paso,
 bodas de un día,
 amores que salvan tu vida en una noche,
 postres eternos en medio de una prisa carnal,
 engaños a la rutina,
 tu alma animal rendida al instinto de supervivencia.
 Hay mujeres
 que aparecen como los aciertos:
 sin esperarlas y a tiempo.
 Que se atreven y se quedan y tienen
 el pelo del color de tu almohada,
 que se agitan y temes y dan la vuelta
 a tus excusas convirtiéndolas en motivos.
 Que te aman sin evitarlo
 y amas sobre todo por supuesto.
 Y
 estoy
 yo.
 Que soy una en todas esas mujeres.
 Y
 estás
 tú.
 Que eres todas esas mujeres en una.



-Elvira Sastre

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