viernes, 17 de julio de 2015

Extracto de ''Los papeles de Cabral''

...Vivo entre los colores, en constante movimiento, como los colgantes de Calder, soy un hombre libre y feliz, libre porque soy valiente y feliz porque dejo que actúe el corazón antes que intervenga la cabeza.

Con mis libros y mis canciones le doy alegría y paz a la gente, le contagio el amor a la vida, la animo, la excito para que se anime, le ilumino el alma y el corazón (nada como el silencio que continúa al aplauso de bienvenida, nada más cálido que esos hermanos, habitantes de la sagrada oscuridad del teatro, que serán mis compinches durante las dos horas del concierto, o tal vez para siempre).

Aquí en el Quinta Real de Guadalajara, reina un silencio de ajedrez en la noche que, lentamente, va ocupándolo todo, desde mi suite (confortable, propicia para escribir, ideal para leer a Italo Calvino) a los cuidados jardines del hotel , la noche que avanza por las calles de Guadalajara llenando de sombras a las casas y a los automóviles, la noche que debilita a los mercados y a los carteles, la que enciende a los amantes y calma a los viejos, la que entristece a los trenes y hace desaparecer al lago de Chapala, la noche que hace más misterioso al bosque alegre, la que avanza para cubrir pueblo tras pueblo, la noche indiferente al tiempo (si es que no son la misma cosa), la que duerme a los pájaros y a los perros pero hace oír más a los ríos y los arroyos, la que enmascara a las iglesias y transforma a las cárceles y a los monasterios en fantasmas, la que cruza los cementerios para ser, por un instante, el espejo de los muertos (el arco iris se hace a un lado cuando pasa la noche, que hechiza a los búhos y excita a los murciélagos), la que es el manto del mar, una caricia de la eternidad, la noche que para Homero y para Borges era todo el tiempo, por eso ellos son para siempre porque no hay mejor musa que la noche donde, cabalmente, caen todos, pero solo los que quedan de pie alcanzan la poesía, por la que sabemos todo, por ejemplo que todo es lo mismo cuando llega la noche, momento final, propicio para las promesas entre las sábanas, cruel en los manicomios y los hospitales, la noche que le tatúa sirenas a las borracheras de los marinos, que llena de mujeres a las cabezas de los tímidos, que hace que cualquiera llegue al fondo de su memoria, la noche que llena de oraciones a los agradecidos y a los temerosos, la noche donde los jazmines vuelan y las mariposas vuelven a ser hojas del árbol que, entre otras cosas, nos dio la prosa para que podamos contar lo que jamás entenderemos porque entonces seríamos árboles, es decir dioses.

La noche avanza para hacer de todas las ciudades una sola selva y de todos los barcos un gigantesco bote tripulado por un pequeño hombre, un ciudadano que por temerle a todo se quedó solo, la noche que nos acerca al infinito, es decir a la nada, la noche que me recuerda los puertos de mujeres generosas, la noche que calla a las plazas donde tocan lo mismo las bandas de siempre, donde los viejos esperan la muerte y los jóvenes al amor (en la plaza de mi pueblo recordábamos a los que se habían ido, que nunca regresaron, lo que nos hizo sospechar que, más allá del pueblo, estaba el paraíso, poblado por hombres plenos y mujeres doradas).

Juan José Arreola llega al paraninfo de la universidad en una silla de ruedas que empuja el Rector, y después de un poco de vino comienza a recordar, por ejemplo el día que Neruda fue a su pueblo a oírle recitar sus poemas, es decir el día en que Neruda fue a Zapotlán el grande, donde Arreola se crió entre chivos, puercos y pollos, el Arreola que después del francés fue encuadernador, corrector y editor de libros de Rulfo y Cortázar, este querido Arreola que cree que a los ochenta años merece más compasión que premios, este apasionado y apasionante amigo que sugiere que, entre todas las cosas, hay que escoger a la belleza porque nos lo da todo, entonces recuerdo a Mallarmé, que murió hace cien años, el padre de la poesía moderna en Occidente, el que alguna vez escribiera: "Nombrar un objeto significa suprimir las tres cuartas partes del goce de un poema, que consiste en el placer de adivinar poco a poco. Sugerir, he aquí el sueño!"

Mallarmé fue un poeta tan puro que sentía como una desvergüenza la vida cotidiana, los asuntos mundanos, por eso le costaba tanto la convivencia. Para él, la poesía era un oficio sublime, sagrado, por eso hay que estar dispuesto, atento todo el tiempo (para él, el diálogo solo tenía un sentido comercial), es decir que Mallarmé creía en el arte por el arte (solo existe la belleza, decía, a la que solo puede expresar la poesía).

Mallarmé quiso recrear al mundo con las palabras, y para eso se apartó en busca de la perfección sonora, del poder de la magia.

Escribir es despertar recordando el sueño, es más, las palabras me despiertan, voy cruzando la vida por un río torrencial de palabras que me hacen verlo todo para declararlo todo, vivir todo para contar todo, y la memoria bien entrenada, me lo recuerda todo, lo del lado de la vida y lo del lado del sueño, por eso cada línea que escribo es un despertar, esta misma línea, un despertar excitante porque pueden llegar muchas cosas detrás de una línea, es como que el libro llega en fragmentos, como la vida se va completando de instante en instante (en la memoria está la eternidad, fragmentada).

Los dioses me confían secretos en los sueños, los muertos me cuentan sus historias, tantas que me despiertan para que las escriba (Platón decía que la verdad nos es revelada en los sueños, y que si al despertar no los recordamos es porque todavía no estamos preparados para semejante regalo). En el sueño nos es cercano lo Divino, por eso, en la vigilia, algo más grande parece escribir a través de nosotros, además el sueño es lo más privado que tenemos, nuestro verdadero y exclusivo mundo, donde nada ni nadie nos limita el vuelo, hasta Dios parece más grande porque es para uno solo. Despierto, todo es de todos, por eso la poesía no es tan poesía ni la música tan música ni los mares tan mares. Dormido, la poesía es más poesía porque solo yo estoy atento a ella y la música es más música porque nada me distrae de ella, y el mar es más grande y cercano porque entiendo lo que me dice, como los delfines se entienden con las altas inteligencias que hace siglos nos visitan, que son, aunque no nos demos cuenta, nuestros ángeles de la guarda en el Universo (en el sueño está mi mundo, y lo más excitante es que no me pertenece, ¿quién quiere ser dueño, amo de un sueño, que viene y se va cuando quiere?).

También hay sueños que podemos provocar con los datos más fuertes de la vigilia (una mujer, una bahía, una lectura intensa), sueños donde se completan esos regalos, donde llegan a su punto más alto, entonces, al despertar, tendremos más conciencia de nuestra suerte.


En el sueño, el viaje siempre está dirigido, amorosamente, por la mística (la mística es el sueño de la vigilia, como el silencio es la eyaculación de las palabras), y los que nos acompañan en ese vagabundeo por la vida onírica nunca se enteran en la vigilia...


Facundo Cabral

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