miércoles, 20 de mayo de 2015

Melodías




Bailan los dedos sobre un piano imaginario, tocan una melodía magnífica de la talla de aquellas que interpreta Tiersen, bailan y bailan; no se cansan, no se detienen, danzan sobre los seres, en la mente, en el alma, tocan, tocan, solo tocan y lo hacen naturalmente.
Tanta magia, tanta hermosura habita en el alma, en el instante exacto, en el preciso beso, en la caricia tan anhelada del día, del mes, del año o simplemente del amor, que viene, se hospeda, susurra, resuena y baila al son de los dedos. Cuánta magnificencia se esconde, cuánta magia, cuánta armonía, en la tarde, en la mañana y en la noche, aún en la marcada ausencia del ser al que pertenecen esas manos a las que pertenecen esos dedos, que probablemente sean torpes para el piano pero tan perfectos para rozar la piel, para ''faire l'amour'', para sentir, para entrelazarse con otros dedos provenientes de otras manos, de otro ser que se funde en los sonidos, en las melodías y no tiene idea de lo que contiene su cerebro, está en trance y tendría sentido decir que no existe lógica cuando se vuela, cuando se ama.
La melodía se detiene, pero el fundirse persiste, se fortalece, suena Einaudi, continua la calma, se abrazan, se refugian, se pierden.

Los dedos bailan, las almas escuchan, porque las almas pueden escuchar, aunque nadie jamás lo haya dicho, escuchan, vibran, se dan.

Las melodías nunca paran, el instante se vuelve infinito hasta que dure y está claro que aunque el amor se apague, retumban por siempre aquellas notas en la mente de quien en ellas nada, siente y sueña.

Melodías, me-lo-días, días pasan, días se van, días se guardan, se quedan...




-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO.

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