sábado, 1 de mayo de 2021

Una imagen dice más que mil palabras.

 

Los gritos desgarrados de una mujer, retumban en los oídos, más fuerte que los tiros de los invasores y su llanto, detiene los minutos de quienes creyeron que el afán los alcanzaba.

¿Habrá Sido el gas lacrimógeno? No, a Tere no la amedrenta el Bromuro de Bencilo, pues es resistente a todo. Cada día sale de su residencia en Manizales a buscar la manera de sobrevivir por su familia y en especial, por su hijo Julián, quien tiene una discapacidad y a quien pese a la edad de su madre, deben cargar cuando se trata de subirse al transporte público. Esta mujer, camina al ritmo de la silla de ruedas de su hijo y como si de una heroína de DC o Marvel se tratase, con su armadura, atraviesa lluvia, viento y circunstancias.

Parece una historia más de las Miles en Colombia pero gracias a Sebastián Correa, un estudiante de diseño visual de la Universidad de Caldas se visibilizó en medio del paro propiciado en contra de la reforma tributaria de Iván Duque Márquez.




Una madre da la vida por sus hijos y el amor es amor cuando se enfrenta a las adversidades sin una mella en el sentimiento pero en este país ya no cabe romantizar la miseria, ni enmarcar esta imagen sólo como símbolo de lo que es: valentía y resiliencia. Más vale, a partir de ella, reflexionar sobre el páuperrimo "don" de vivir en Colombia, el precario paso de la nacionalidad y la angustia cotidiana de pertenecer a esta tierra que por más abono que le demos, sigue siendo infértil.

Tere representa a millones de personas que deben y debemos luchar contra un gobierno autoritario, incapaz de organizar las prioridades y de pensar en social. ¿Tere tiene la misma constitución que los senadores? u ¿otras versiones la cobijan?

Yo me pregunto: ¿El discurso de la igualdad se pudo alguna vez sostener en el asta de la bandera? y ¿alguna vez el himno no fue tétrico?
Parece que la única función de los tradicionales cantos de cada región es ser banda sonora de los injustos golpes de la maldad, de los gritos enardecidos, de las mesas vacías, la inocencia robada, del fuego abrasando los cuerpos. Parece que la Colombianidad es un contrato con letras pequeñas que en su contenido pregonan las más terribles consecuencias.

Tere me recuerda que a este país le sobran mártires, le sobran ignorados y le faltan respuestas. Quizá por eso, en medio de una pandemia, los colombianos cansados de narrar historias dónde el protagonista es el miedo, decidimos enfrentarlo todo por la dignidad que nos fue vetada con el discurso tiránico del silencio.


 -ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO



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