lunes, 3 de mayo de 2021

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Yo podría decir muchas cosas sobre la escritura: que me salvó y que no, por ejemplo. 


Podría decir que desde siempre, cualquier pulsión me arrojó a ese punto y sin embargo, no creí que podía excavar con la pala del verbo. 


Muchas veces escribí por no llorar, escribí por no gritar, escribí por no morir y al final, sentí que había hecho una recopilación de mi vida carente de todo sentido porque sí, porque no y por si acaso y entonces, la adultez me estrechó entre sus brazos y me ví tan absurda que dejé de hacer lo que era una realidad dentro de un sueño futuro. 


Cuando estuve sola me aferré a esas letras y cuando las solté ya no supe cómo llevarme, cómo abrigarme, cómo mantenerme y aunque sentí que no podía hacerlo más, hay cosas que no pueden evadirse.


No sé cuántos impulsos más me vayan a atacar,no sé si alguna vez voy a poder hacerlo sin miedo, no sé cuándo van a dejar de importarme las formas y no sé si alguna vez habrá combustible suficiente para arder sin dejar rastro en el papel. 


Ojalá esto fuese una cuestión de tres frases y ojalá no se tratase de algo que tengo más inmerso en mí que mi propio ser. Ojalá no fuese un recurso a mi ansiedad, a mi inseguridad, a mi incapacidad de ver más allá de mis propias cadenas. 


Vuelvo al punto: escribir me salvó de morir y no, me salvó de vivir y no. 


Hoy que este país está tan desangrado, que mueren a diario personas y que el gobierno se venda los ojos y ata sus manos a propósito en un afán de parecer amordazado por externos, me parece más que necesario hablar, porque no es sino el dolor, la mella, la cicatriz, el inconformismo, lo que da sentido a expresarse y no es la pausa otra cosa que la complicidad.




-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO.

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