viernes, 25 de marzo de 2016

¿Realidad?



Do you read me?. Prefiero que no, porque muero entre cada letra que se queda en este trozo inútil de papel.

...

Las manos me tiemblan... Hace un par de años comencé a escribir en esta hoja, que hoy por desórdenes atómicos del cosmos y el azar,encontré en el bolsillo izquierdo de esa chaqueta de cuero que siempre usaba. Escribí poco más de un renglón, creyendo que para éstas fechas... ¡qué digo!, en aquel entonces estas fechas ni siquiera estaban consideradas por mi mente retorcida. Escribí creyendo que en un par de horas, me encontrarías muerto, colgando del techo, con una soga amarrada a mi cuello. Pero algo, no recuerdo qué, me sacudió fuerte haciendo que los tornillos sueltos se reajustaran y me plantara con fuerza en esta realidad que ni siquiera sé si es única. 

Tomé mi chaqueta, me puse las botas, me ajusté la correa que sostenía el pantalón a mi cintura y me fui caminando, decidido a encontrarme, más allá de las concepciones y la muerte, porque si no soy este cuerpo,tampoco soy la muerte porque la desconozco y es la nada que ni siquiera me importa. Mi único problema es que he estado vivo todo este tiempo, preguntándome las razones mientras pateo piedras en las carreteras que me absorben. Había dejado mi moto a unas cuadras (¿La recuerdas?, era una Harley clásica que rugía cuando la encendía, voy a confesarte que me excitaba más ese sonido que tus gemidos. Ajajajaja, pero sólo un poco,la diferencia era cuestión de cilindraje), fui por ella con afanosos pasos y la arranqué sin precaución. Huí de la ciudad y encontré un motel en el camino, (muy económico porque casi no traía dinero. Una ganga aunque tuve que soportar el trajín sexual de la prostituta del cuarto contiguo -Un estruendoso resoplar y fingir...ni te cuento-). 

Pagué y la señora de la recepción con una mirada amenazante me escaneó de pies a cabeza, hizo un sonido con desdén y me tiró la llave. Subí las escaleras,llegué a la habitación, me tiré a la cama y me quedé boca abajo con la mente completamente en blanco. Tenía todo lo que pudiera quedarme de vida para preocuparme y ese, no era el momento. Hundí mi cara en la almohada y cuando ya me había acostumbrado a las exageraciones proferidas a cambio de dinero,del cuarto de al lado, me quedé tarareando toda la discografía de Gallagher. Amaneció y el sol me acariciaba la cara. Supe que debía continuar y salí de nuevo hacia un rumbo completamente desconocido.
Todos los días que siguieron fueron más o menos iguales,hasta que conseguí un empleo en una cantina de mala muerte a un millón de millas de distancia de casa. Pude instalarme en un cuarto y aunque la paga no era mucha, sobrevivía que era lo que me importaba mientras descubría quién era, o por lo menos, lo intentaba. Dormía hasta medio día y así me ahorraba el desayuno, almorzaba en una estación de servicio en donde, me quedaba charlando con Ana, la dueña -una viuda sin hijos, con una verruga encima del labio y muchas arrugas en la frente-, charlábamos por horas, porque ninguno tenía otra cosa qué hacer. Fumábamos cigarros o puros, tomábamos algunas cervezas o un par de cafés y cuando eran las 7 pm, sacaba del bolso que siempre llevaba, la camisa de trabajo, me la ponía, le daba un beso en la mejilla a Ana, hacía un ademán de despedida con la mano para el resto de los empleados del lugar,sonreía mientras cruzaba la calle y llegaba sin mayor esfuerzo a la cantina. Mi trabajo era servir los tragos y al final de la jornada, limpiar las mesas y ahuyentar borrachos o mediar cuando había una pelea. Nada complicado pero sí,muy abrumador. 

Cuando pude ( más o menos un año después), tomé mis cosas y me dirigí de nuevo, hacia lo desconocido, ésta vez, no corrí con tanta suerte. La Harley, se descompuso y en medio de la carretera, al anochecer, me encontraron unos tipos. Recuerdo que se acercaron, uno de ellos sonrió dejándome notar que le faltaba un diente, me agarró de la camisa con brusquedad y me estampó contra el asfalto,dejándome inconsciente;cuando desperté, estaba solo, era de día, no tenía dinero, moto, ni rumbo. ¡Muy predecible!, ¡Muy poco alentador!. Anduve horas sin frustrarme demasiado y me detuve en una biblioteca. Lucía -seguramente- como un vagabundo, pero poco me importó, entré y aunque no me sacaron, no obtuve miradas compasivas. Tomé muchos libros y los ojeé con emoción. La bibliotecaria, una anciana muy dulce, se acercó a mí y me dijo que al cerrar, hablaría conmigo. Salimos juntos, conversamos y como si la hubiese conocido desde siempre,con toda confianza, le conté cada detalle de mi vida (incluyéndote, por supuesto). Por segunda vez en todos mis años, me sentí acogido, como en casa;la primera vez,me refugiaste tú. Ella nunca tuvo a nadie y quería ayudarme, dándome todo el amor que no pudo darle a un hijo de sus entrañas. Me ofreció techo, me consiguió un empleo como profesor en la escuela del pueblo, porque me nació ahora sí, la vocación de enseñar. Cada noche me llevaba un libro nuevo, explicándome todo cuanto desconocía. Sabes que siempre me consideré huérfano y ella llenó ese vacío sin mayor esfuerzo

Poco a poco, he ido entendiendo que uno es lo que quiere ser, no hay misiones, no hay rumbo, ni nada seguro y las cosas simples pueden llenarnos pero... me faltas tú y jamás leerás esto. Supe -porque llamé luego de tanto a tu casa-, que cuando desaparecí, sufriste mucho y la cosa empeoró cuando te diagnosticaron esa maldita enfermedad terminal que en tres meses te arrastró a ser la nada que no puedo ser yo, para sujetarte. Tu padre, maldijo mi existencia y lloró desconsolado tras decir ''murió'', mientras yo... Sin palabras, dejaba el teléfono descolgado y me echaba a llorar como un niño. 

Todavía no entiendo, cómo funciona la vida, han pasado tantas cosas, Teresa -mi nueva madre- murió hace un par de días y por eso llamaba, para disculparme y refugiar mis desgracias en ti. Soy un oportunista pero me di de bruces contra la realidad. Sigo aprendiendo pero me faltas, me falta tu abrigo, tu beso, tu voz. Me falta prácticamente todo pero te prometo que no voy a huir de nuevo. Ahora estoy sujeto por inercia o no, y lo que menos quiero es dejar esta tierra sin recoger tus pasos. No puedo irme sin buscar tu rostro en las otras mujeres, sin encontrar en cada libro las verdades que siempre escupías. No puedo morirme porque sigues aquí, conmigo. Nunca te fuiste del todo. No quiero vivir sin tu cuerpo pero parece que antes de dejar de respirar, me cediste tu fuerza. Día a día, me susurras al oído tus deseos. Día a día, me sonríes en forma de estrella, hoja o rayo de luz.

Estamos más vivos que nunca,querida. Estoy como debo estar: Redescubriéndome y enfrentando esto que no sé si deba llamar ''realidad'', "brevedad" o "inconstancia".





-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO

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