domingo, 15 de octubre de 2017

Sobre mi profesión


No puedo terminar de leer las 127 páginas de esa sentencia sin sentir estas ganas incontrolables de desbordarme en letras y hacerme vibrar de indignación. No puedo seguir evadiendo esta necesidad de derramarme o esta angustia por estar dentro y fuera al mismo tiempo. Día a día nos enseñan en la academia sobre justicia, equidad, cumplimiento de las normas en procura del bienestar general y la dignidad humana, entre otros valores, derechos y principios que son extremadamente poéticos pero poco palpables, yo diría que incluso, en algunos casos, inexistentes.
Nos enseñan a luchar, a tener ética (aunque no siempre), nos sacuden con noticias y practicamos oralidad. Pero nos sentamos en esos espacios a escuchar sin mayor cautela y a pretender que hacemos mucho aprendiendo artículos. Yo me siento completamente fuera de mi zona de tranquilidad cada vez que escucho que matan a alguien o que un docente dice que sería mejor generalizar el homicidio porque el feminicidio, en pocas palabras no tiene fundamento probatorio. Me siento absurda cuando leo fallos en donde parece que las conveniencias se apoderan de los escribientes. Me abruma cómo nos vestimos y perfumamos para las sustentaciones y olvidamos lo principal que es ponernos el humanismo, porque de eso se trata esta profesión. Estoy cansada de escuchar los comentarios despectivos, que demeritan los esfuerzos de la mayoría y nos plantan en un lugar inhóspito, lúgubre donde lo único que prima es el lucro y la deslealtad. Yo quiero creer que tanta corrupción, tantas muertes y tanta impunidad, algún día cesarán y que estudiar leyes no es sinónimo de deshonestidad sino todo lo contrario. Estando adentro uno descubre cuán extraño y crudo es el sistema y precisamente por ello, uno comprende cómo debe actuar teniendo en cuenta la ética profesional. No me pidan que me siente en los laureles a pretender que todo es perfecto y que inhiba la vista hacia las verdades jurídicas apenas obvias. No me pidan que me calle o que baje las banderas del feminismo o la humanidad,porque es inconcebible.

El camino emprendido es largo, largo y pedroso pero en medio de todo, hay esperanza, esa que se posa en los ojos de las personas que acuden a pedirnos ayuda, que esperan una solución a los problemas que los agobian. La esperanza que da al ver la inclusión de algunos sectores, la apertura de conciencia, la lucha por la no discriminación. La esperanza que da al ver que mujeres ocupan cargos en las altas cortes y que muchos abogados ilustres, obran en pro de las mayorías marginadas.

Esta abogada en proceso se suscribe ante ustedes con el afán de recordarles que en la academia se perciben más las injusticias y que por eso, vamos a luchar.


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