jueves, 7 de octubre de 2021

Los adioses representan casi siempre un desprendimiento, un crujir del alma, un sacudirse las entrañas y desbordar nostalgia por los ojos. 


No sé si las metáforas sirvan para representarlo pero se parece muy poco al desapego de una hoja que estaba muy fija en su árbol madre. Porque la naturaleza es más predecible que la inconstancia humana y la mano que hoy nos sujeta fuerte en un afán de retenernos, muchas veces -cuando el olor de las flores en primavera se convierta en putrefacción-, será la misma que nos empujé hacia el vacío del infortunio.


Los adioses caben en los dientes de león que se pretenden eternos, antes de la caricia de cualquier viento. Los adioses y las despedidas son craqueladuras sin consciencia artística, en la pintura del tiempo; las poesías amatorias, son barniz, pincel y agua. 


Nunca estaré en el lado leve de la comprensión vital, porque la sensiblería me invade los poros y las marcescencias me devienen con frecuencia, pero, si con cada sabor de lágrima, me seco de la indiferente cotidianidad, he de seguir ocupando el espacio de cualquier nota en el Etude Op. 10 No. 3 de Chopin.



-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO

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